31/03/2021
El obispo de la Diócesis de Salamanca, Carlos López Hernández, presidió la eucaristía del Domingo de Ramos en el altar mayor de la Catedral Nueva. En esta ocasión, debido a la pandemia y sus restricciones, no se pudo celebrar la tradicional bendición de ramos y la misa estuvo limitada a 1/3 del aforo.
En su homilía, el prelado recordó que la muerte de Jesús no fue un mero accidente, “no fue algo que aconteció por pura casualidad, no fue algo que Jesús soportó porque no tenía más remedio que soportar, era la realización del plan misterioso de Dios que Jesús conocía y había anunciado, y con el cual, él estaba identificado”.
Al respecto, añadió que lo cual, “no impide que al llevar consigo este plan su muerte, en la muerte más trágica y dolorosa posible esa perspectiva le produjera la angustia que manifestó en su oración”.
Dirigiéndose al pueblo de Dios les exhortó a acompañar espiritualmente a Jesús y aclamar: “Bendito el que viene en nombre de Señor”. Asimismo, lanzó unas preguntas: “¿Seguimos a Jesús con sus mismos deseos? ¿Comprendemos su misterioso plan de salvación en teoría y referido a nuestra vida? ¿Seguimos sus pasos cuando la fe y el amor son puestos a prueba?”. El obispo considera que nuestra fe y nuestro amor, “son muchas veces puestos a prueba y lo han sido y lo siguen siendo especialmente en estos tiempos y en las circunstancias dolorosas causadas por la pandemia”.
En este sentido remarcó la soledad, “cuánto sufrimiento, cuánta muerte, cuánta pérdida de trabajo, cuánta inseguridad económica, cuánta pobreza…”. Carlos López asegura que estamos siendo puestos a prueba, ciertamente, “y en estas circunstancias necesitamos especialmente la fe profunda y la confianza de Jesús“.
Y para ello, añade, “hemos de pedirle al Señor con palabras de Isaías, que nos abra el oído y nos enseñe a comprender de Jesús lo que él hace y nos dice hoy”, y que nos dé una lengua de discípulos para dar a tantos afligidos de nuestro tiempo y de nuestras circunstancias, “una palabra de aliento, de fe, que nos ayude a resistir y a no echarnos atrás en las pruebas del seguimiento de la voluntad de Dios, en un mundo que no conoce nuestra condición de creyentes e Hijos de Dios porque no ha conocido a Dios, y a veces se burla de nuestra fe”. En definitiva, advirtió, “que nos acompañe aunque sea en silencio, en la hora y en el camino en el que cada uno hemos de llevar la cruz”.
Antes de concluir la homilía, el obispo evocó las palabras que Jesús sigue manifestando hoy: “No impidáis a los niños acercarse a mí”, y añadió lo actual de este ruego, “en momentos en los que vivimos de cambios de enseñanza de planes culturales diversos, que no podemos decir que contribuyan a acercar a los niños a Jesús, ni a Dios, a veces ni a los mismos hermanos”. En todo caso, remarcó, “con en estas palabras Jesús expresa su alegría en la cercanía de los niños cuando puede abrazarlos, imponerlos las manos y bendecirlos”. “Y a nosotros nos alegra sobre manera ver a Jesús llevar consigo un niño sobre la borriquilla en su entrada en Jerusalén”, matizó. Su deseo es que en este Domingo de Ramos, “dejémonos llevar todos por Jesús a Jerusalén para seguirle hasta la cruz y la gloria”.