29/01/2023
Entre el evangelio del domingo pasado y el de hoy, el relato de Mateo guarda dos versículos. Es verdad que el día 22 ya escuchamos que Jesús curaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo y que hoy se nos dice que al ver Jesús el gentío subió al monte y proclamó esa buena noticia del Reino concretada en unos titulares que condensan todo el contenido, las Bienaventuranzas.
Sin embargo, no quiero olvidar aquello que incide en lo mismo: que su fama se extendió y le traían toda clase de enfermos a los que curaba, y que le seguían multitudes procedentes de diferentes regiones.
El poder de curación y el de convocatoria son sin duda muy vistosos, e incluso nos pueden deslumbrar. A lo mejor muchos se sintieron atraídos por ellos. En este pico de fama, en la cumbre del éxito, es cuando Jesús señala los verdaderos medios para la felicidad eterna en el Cielo: la humilde pobreza, la mansedumbre, el llanto, el anhelo de justicia, la misericordia, la limpieza de corazón, el trabajo por la paz, la persecución por su causa.
Nos invita a un examen de conciencia a la luz de sus enseñanzas que, necesariamente, nos tiene que llevar a la alegría de quien aspira a la patria del Cielo.
Es así como nos cura de nuestras muchas dolencias. Es así como nos convoca y, no tanto en la tierra sino allí en su Casa, donde habremos de ser multitud. Bienaventurados nos quiere.