05/01/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La Iglesia de Salamanca despedía este miércoles, 4 de enero, al papa emérito Benedicto XVI con una eucaristía exequial en la Catedral Nueva, “para agradecer al Señor la vida y la persona de Joseph Ratzinger, que partió a la Casa del Padre el día 31 de diciembre”, como recordó el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana. La celebración fue concelebrada por los obispos eméritos de Sigüenza-Guadalajara y Riobamba (Ecuador), Mons. José Sánchez y Mons. Julio Parrilla, respectivamente, y más de medio centenar de sacerdotes.
En la monición de entrada, se pidió orar por el papa emérito, “para que el Señor que lo eligió en la Iglesia como colaborador en la difusión de la verdad, le conceda contemplar ahora su rostro de luz y de paz, y pueda unirlo en el cielo a la alabanza de la nueva Jerusalén, que aquí en la tierra ha cantado con la comunidad de los creyentes”.
Mons. José Luis Retana comenzó su homilía con unas palabras de Benedicto XVI: “No me preparo para un final, sino para un encuentro”, y recordó su semblanza tras su fallecimiento el pasado 31 de diciembre. “Un hombre que ha vivido por y para la Iglesia, sosteniéndola en los últimos años de su vida, también con la oración y el silencio”, subrayó.
Y apuntó que cuando Benedicto XVI ha cruzado el umbral de la eternidad y se ha cerrado el libro de su vida, “damos gracias a Dios por haber suscitado en medio de su pueblo a un humilde pastor y servidor, gran maestro y testigo fiel de la santidad de Dios”.
El prelado salmantino evocó la infancia de Joseph Ratzinger, que nació un Sábado Santo, y que procedía , “de una familia sencilla, modesta económicamente, pero en ella recibió una notable formación cristiana, humana y cultural”. También mencionó su juventud, “en la que descubrió la belleza y la verdad de la fe en Cristo”, para lo que fue fundamental su familia, “que siempre le dio un claro testimonio de bondad y esperanza, con una arraigada pertenencia a la Iglesia”.
Benedicto XVI fue ordenado sacerdote junto a su hermano Georg, “pasando a desempeñar una tarea pastoral durante dos años”, y posteriormente, 25 como profesor universitario en Frisinga (1952-59), Bonn (1959-63), Münster (1963-66), Tubinga (1966- 69) y Ratisbona (1969-1977)”.
El obispo subrayó cómo con tan solo 35 años, hizo notables aportaciones al Concilio Vaticano II como “experto”. Y su intensa actividad científica lo llevó a desempeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Comisión Teológica Internacional.
El 25 de marzo de 1977, el papa Pablo VI con fuerza le pidió ser arzobispo de Munich y Freising, y escogió como lema episcopal: “Colaborador de la verdad”. Él mismo explica por qué elige ese lema, decía: “Por un lado, me parecía que expresaba la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. Aunque de diferentes modos, lo que estaba y seguía estando en juego era seguir la verdad y estar a su servicio. Y, por otro, escogí este lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad es acallado casi totalmente; pues se presenta como algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, si falta la verdad todo se desmorona”.
Para Mons. Retana, Joseph Ratzinger ha sido testigo de excepción de la vida eclesial de los decenios que nos separan de la convocatoria del Concilio Vaticano II por San Juan XXIII. “El teólogo entonces va a abandonar su condición de profesor universitario para adoptar, sucesivamente, la condición de pastor y de cabeza de la Iglesia católica”, aclaró.
En su homilía, también puntualizó su relación con Juan Pablo II, “que le llama a Roma para nombrarle prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, (un cargo que asume el 25 de noviembre), hasta su ascenso al solio pontificio, en abril de 2005, transcurre prácticamente un cuarto de siglo al frente de este importante dicasterio romano, que le consiguió una extraña fama de hombre duro y que el papa no le permitió abandonar, pese a sus deseos”.
El pastor de Salamanca compartió las primeras palabras de Benedicto XVI como Papa desde la logia central de la basílica de San Pedro: “Soy un simple y humilde trabajador de la viña del Señor”. Y con la misma humildad, el 13 de febrero de 2013, ocho años después, comunicaba una decisión, “madurada en su exquisita conciencia y examinada ante Dios, de la falta de fuerzas necesarias, por la edad, para continuar guiando la barca de la Iglesia”.
Mons. José Luis Retana considera que con esta difícil y delicada decisión, “Benedicto XVI mostraba su personalidad madura, su humildad y su fuerza espiritual, capaz de reconocer su debilidad y manifestar su renuncia al ministerio de Pedro”. Y que como él mismo manifestó: “No abandono la Cruz, sino que permanezco de manera nueva junto al Señor Crucificado”.
Para este pastor, Benedicto XVI dejó un pontificado espiritual y humilde, marcado por la reflexión del teólogo que proporciona luz, destacando el deseo de llevar al centro de la vida cristiana y al mundo contemporáneo la cuestión de la fe y la nueva evangelización. “El papa emérito quiso exponer adecuadamente la cuestión de la presencia de la fe en el espacio público”, concretó, y combatió en todo momento la dictadura del relativismo “e invitó a proclamar el evangelio en un mundo cada vez más secularizado”.
Asimismo, a los fieles presentes en la misa exequial les indicó que se nos ha ido, “el humanista, el intelectual, el sabio humilde, el servidor de Dios que se creyó incapaz de servirlo. El papa místico, intelectual, músico, amante de la belleza, que mantuvo y sostuvo la Iglesia con su palabra, con sus encíclicas y sus lecciones profundas, bellas y sencillas a la vez”.
La denominación de “papa teólogo” se corresponde con el verdadero sentido de su pontificado. Ya su lema era todo un programa: “cooperatores veritatis” (Cooperador de la verdad). Para el papa Ratzinger, el desarrollo de su personal reflexión teológica “ha sido un modo de ejercer el magisterio de Pedro”. El obispo cree que será fácil calificarle como ‘sabio’, “pero una sabiduría llena de bondad y mansedumbre, de apasionada defensa de la verdad, y de cuidada belleza en cuanto explicó y predicó”.
En su homilía, el prelado también recordó las palabras del papa Francisco en el prólogo del libro: “Dios es siempre nuevo”, que recoge los pensamientos de Joseph Ratzinger, y que verá la luz el 14 de enero, dos semanas después de la muerte del papa emérito: “Su argumentación de la fe fue realizada con la devoción de un hombre que ha entregado todo de sí mismo a Dios y que, bajo la guía del Espíritu Santo, buscó una penetración cada vez mayor en el misterio del Jesús que le había fascinado desde su juventud”.
Asimismo, aseguraba que Benedicto XVI ha sido un hombre que ha afrontado la muerte con la misma fe y sabiduría que afrontó la vida. “Ya hace más de diez años escribía: Me encuentro ante el último tramo del camino de mi vida y no sé lo que me espera. Pero sé que la luz de Dios existe, que Él ha resucitado, que su luz es más fuerte que cualquier oscuridad; que la bondad de Dios es más fuerte que todo el mal de este mundo”.
A la comunidad diocesana, le pedió que acompañaran al papa emérito con su oración: “Ahora ha comenzado también para él ese encuentro con aquel Jesús que tanto amó con todo su corazón, que estudió con pasión, y que explicó como profesor brillante y profundo, que predicó con una belleza inolvidable, y que testimonió en tantos momentos pagando el alto precio que la fidelidad conlleva”.