11/06/2022
TOMÁS GONZÁLEZ, MÉDICO Y COFRADE
“Dos bandos irreconciliables, los Manzano y los Monroy, convirtieron la Salamanca de 1464 en un auténtico campo de batalla. Pero del convento de San Agustín salió fray Juan de Sahagún dispuesto a restaurar la paz perdida en la ciudad. Con su verbo punzante y su avasallador ingenio, el humilde fraile logró penetrar en los sentimientos del corazón humano y, censurando a unos su egoísmo y desidia, y a los restantes su insensato anhelo de venganza, logró apaciguar los ánimos”.
Tomo estas palabras de uno de los libros más desgastados de mi biblioteca, “El santo de cada día” de Susaeta Ediciones, que hace ya más de treinta años tuvieron el detalle de dejarme los Reyes Magos en la casa de mis abuelos maternos.
Al abrirlo por la página del 12 de junio, por supuesto, se habla de nuestro santo patrono de la ciudad y de la Diócesis de Salamanca, fijándose sobre todo en su vocación predicadora y pacificadora, “en sus propósitos de practicar el bien aun a despecho de los poderosos”.
Leer hoy vidas de santos nos permite reconocer sobre estas mismas tierras salmantinas cómo otros han seguido sobre ellas las huellas de Cristo a lo largo de los siglos. Acogernos a su intercesión y patrocinio nos ayuda a rezar al Padre como ellos mismos lo hicieron, con plena confianza. Conocer mejor a San Juan de Sahagún y a todos nuestros santos más cercanos nos señalará en ellos los dones del Espíritu Santo que pedimos para nosotros en esta hora de la Historia.
A San Juan venimos por ser nuestro patrón. Con él, que tan profundamente vivió el Misterio de Dios al celebrar la Eucaristía, demos gloria con nuestras vidas a la Santísima Trinidad.
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