13/03/2023
La “atormentada” Ucrania es sólo la última pieza del mosaico de un mundo sumido en el abismo de la guerra que todo lo destruye y que hace llorar al Papa. Las llamadas de Francisco a las conciencias en este año y medio son continuas, como los pasos dados en nombre de la verdad, la reconciliación y el diálogo con los viajes a Canadá, Kazajistán, Bahréin y luego África. Un año que termina con el regreso de Benedicto XVI a la Casa del Padre.
De Irak a Lesbos: Francisco se convierte en peregrino de la paz en la cuenca mediterránea, donde la humanidad corre el riesgo de un “naufragio de la civilización”. El Papa sigue acompañando al mundo hacia la lenta salida de la pandemia, con la oración y la encomienda a María, pero también con llamamientos a una distribución equitativa de las vacunas.
La pandemia del Covid -19: al mundo que afronta con dolor y sacrificio un momento histórico dramático, el Papa hace sentir constantemente su cercanía en la oración. Imágenes, gestos y palabras inolvidables marcan este año, con la certeza de que Dios nunca nos abandona a merced de la tormenta.
Convivir como una sola familia: desde Abu Dabi, Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar Al-Tayeb lanzan su mensaje al mundo para que sea difundido y promovido. Es el año que ve también al Papa dar vida a un Sínodo dedicado a las emergencias de la región panamazónica y consolidar un proceso de purificación y renovación de la Iglesia en el ámbito de la protección de los menores abusados.
Un Sínodo para hablar de ellos y con ellos: 2018 trae al Vaticano la voz de las nuevas generaciones, sus sonrisas, sus esperanzas, sus preguntas. Un nuevo viento recorre la Iglesia que el Papa conduce a un histórico Acuerdo con China.
“El pasaporte al Paraíso”: eso son los pobres para Francisco. En este año nació la primera Jornada Mundial dedicada a ellos. En 2017, el Papa viajó a Egipto, donde comenzó un camino de fraternidad que sigue dando frutos, y llegó a la lejana Myanmar para compartir el dolor y las lágrimas del pueblo rohingya.
Se abre la Puerta Santa de San Pedro y el significado de “lo que más agrada a Dios”, “perdonar a sus hijos”, se abre de par en par al mundo. El Año Santo para Francisco es un largo abrazo, empezando por el histórico con el Patriarca ortodoxo de Moscú y toda Rusia, Kirill.
El cuidado de la “casa común” y la protección de los más vulnerables, a los que garantiza “techo, trabajo y tierra”. Francisco vivió un año lleno de acontecimientos que dejaron huella: de la firma de la Encíclica Laudato Si’ al viaje a Cuba, de la emotiva oración en la Zona Cero al discurso en la ONU.
No muros sino puentes: es el mensaje de reconciliación y diálogo que guía a Francisco también en el segundo año de Pontificado, el año del viaje a Tierra Santa tras los pasos de sus predecesores y de su entrada en una mezquita de Turquía. Pero también el año que le ve hacer un llamamiento a los líderes europeos para que la dignidad supere siempre al beneficio.
El primer año de su pontificado ya está lleno de palabras y gestos clave: paz, cercanía, pobreza, periferias. Está la elección de Francisco de ir a Lampedusa, la primera participación en una Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, y está el profundo afecto y el compartir con el Papa emérito, hilo conductor del Pontificado desde su inicio.
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