La diócesis de Salamanca es sufragánea de Valladolid. Limita, al oeste con las diócesis portuguesas de Guarda y Bragança; al norte, con las diócesis de Zamora y Valladolid; al este, con la Ávila, y al sur, con las de Ciudad Rodrigo, Coria-Cáceres y Plasencia. Tiene una extensión de 7.864’17 Km2, unos 2/3 de la superficie total de la provincia, que es de 12.336,39 Km2 , la otra tercera parte pertenece a las Diócesis de Ciudad Rodrigo y de Plasencia (la región de Béjar) .
La Diócesis está dividida eclesiásticamente en 7 arciprestazgos: 3 urbanos y 4 rurales, que comprenden 30 parroquias urbanas y 375 parroquias rurales, incluidos también otros centros de culto.
La primera noticia documentada que tenemos de la Diócesis de Salamanca se remonta al año 589, fecha de la celebración del III Concilio de Toledo, donde figura entre sus asistentes el obispo Eleuterio. Tras esta primera mención de un obispo de Salamanca, no podemos saber la serie completa de quienes le sucedieron en el gobierno de la diócesis, pero se citan, al menos, 6 obispos salmantinos que asistieron a varios concilios toledanos entre los años 633 y 693, por lo que podemos deducir que, en aquellos años, la Diócesis de Salamanca estaba suficientemente organizada y asentada.
Durante la ocupación árabe de la Península Ibérica, a partir del año 711 y hasta la reconquista definitiva por parte del rey Alfonso VI, en varios documentos se citan obispos que titularmente lo eran de Salamanca. Entre ellos figura el obispo Sebastián, conocido por ser el posible autor de la llamada Crónica de Alfonso III, escrita en torno al año 833.
Como es sabido, durante la ocupación árabe de gran parte de la Península Ibérica, muchos obispos titulares de algunas diócesis ocupadas residían en Asturias y puede que varios de ellos ni siquiera llegaran a pisar estos territorios más que en momentos puntuales.
A partir de 1102, una vez conquistada definitivamente Salamanca por los cristianos, se restablece la diócesis, iniciándose una serie de obispos ininterrumpida hasta la actualidad. El obispo don Jerónimo, compañero en Valencia de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, viene a Salamanca una vez muerto el Cid y conquistada aquella ciudad por las tropas musulmanas. El conde D. Raimundo de Borgoña y su esposa, Dª Urraca, hija de Alfonso VI, encargan al obispo Jerónimo la reorganización de las Diócesis de Salamanca, Zamora y Ávila, y de ese año 1102 es el documento más antiguo que conserva el Archivo de la Catedral de Salamanca.
Este testimonio documental contiene el encargo que hacen al ya titulado “obispo salmantino” Jerónimo, Dª Urraca y don Raimundo de Borgoña, de restaurar la iglesia de Santa María, es decir, la que después será la Catedral del Salamanca. El pontificado de este primer obispo salmantino tras la reconquista, llegará hasta el año 1120, fecha en la que las Diócesis de Zamora y Ávila tendrán ya sus propios obispos.
Hasta 1124 la Diócesis de Salamanca era sufragánea de la Archidiócesis de Mérida, pero a partir de esta fecha, por mandato del papa Calixto I al obispo D. Munio, pasa a depender de la Archidiócesis de Santiago de Compostela, de la que, tras algunos titubeos iniciales, pasará a ser sufragánea hasta la creación de la Archidiócesis de Valladolid en 1857. De hecho, será en Salamanca donde se celebren, entre otros, dos importantes concilios provinciales compostelanos: el de 1192, donde se declaró disuelto el matrimonio de Alfonso IX con la infanta Teresa de Portugal, y el de 1303, celebrado en la capilla de Santa Catalina, en el claustro de la Catedral de Salamanca, donde se juzgó la conducta de los Templarios y se les absolvió de diversas acusaciones. Por último, también tuvo lugar en Salamanca el concilio compostelano del año 1565, en el que se puso en práctica lo preceptuado en el concilio de Trento.
Salamanca tiene la peculiaridad de conservar aún la vieja Catedral, construida en los siglos XII y XIII, junto a la llamada Catedral Nueva, cuya primera piedra se colocó en 1513 finalizando su construcción en 1733. Junto con el claustro y las capillas que lo rodean, forman el complejo catedralicio, testigo elocuente de la historia de nuestra diócesis. En estos espacios nació la Universidad de Salamanca a comienzos del siglo XIII, y en ambas catedrales, así como en varias capillas del claustro, tendrán lugar diversos actos académicos hasta el siglo XIX. La Universidad de Salamanca y su catedral no sólo estuvieron ligadas por la utilización de espacios, sino porque varios miembros del cabildo catedralicio fueron también profesores de aquella institución académica. Además, en los momentos en los que, a lo largo de la historia, la Universidad ha sufrido diversas apreturas económicas, la Iglesia de Salamanca ha acudido en su ayuda con sus propios bienes.
El desarrollo de la Diócesis de Salamanca, a partir del siglo XII, irá paralelo a la repoblación del territorio que finalmente ocupará, y el gran número de iglesias románicas que aún perviven, tanto en la ciudad, como en muchos pueblos, dan fe de su expansión en esos años. En 1265 se documentan un total de 480 lugares en los que el cabildo de la Catedral de Salamanca recaudaba algunos impuestos. Estos lugares estaban situados en el actual territorio de la Diócesis de Salamanca (excepto parte de la Sierra de Francia) y en la comarca de Medina del Campo (Valladolid) que entonces pertenecían a la diócesis salmantina. Muchos de estos territorios hoy están despoblados, pero para aquellos que aún perviven, esta es la primera mención documental de su historia.
En cuanto a los personajes importantes que han tenido relación con la Diócesis de Salamanca, hemos de citar, en primer lugar, a San Juan de Sahagún, hoy patrono de la ciudad de Salamanca, que fue primero colegial del Colegio Mayor de San Bartolomé, en la ciudad charra, y después profesó como fraile agustino en el convento que esta Orden tenía en la ciudad. Su elocuente predicación, durante los años centrales del siglo XV, propició la concordia de los dos bandos en los que se había dividido la ciudad y que continuamente perturbaban la paz social en Salamanca. Los restos de San Juan de Sahagún reposan hoy en una urna de plata en el presbiterio de la Catedral Nueva. Al otro lado de las reliquias de San Juan de Sahagún están también, en otra urna de plata, en el mismo presbiterio, los restos de Santo Tomás de Villanueva, que también fue fraile agustino en el convento de Salamanca y, a mediados del siglo XVI fue obispo de Valencia, donde falleció. Tanto sus reliquias como las de San Juan de Sahagún están en la Catedral de Salamanca desde que se destruyó, en el siglo XIX, la antigua iglesia de los Agustinos. Otra reliquia insigne custodia la iglesia del convento de las Carmelitas Descalzas de Alba de Tormes: el cuerpo de Santa Teresa de Jesús, que fundó el convento de Carmelitas Descalzas de Salamanca en 1570 y, al año siguiente, el convento de Carmelitas Descalzas de Alba de Tormes, en cuya iglesia reposa hoy su cuerpo. Su compañero en algunas fundaciones, San Juan de la Cruz, fue estudiante en la Universidad de Salamanca pocos años antes de estas fundaciones y, al parecer, colaboró activamente en la edificación del convento de Alba de Tormes, villa en la que se le dedicó la primera iglesia a su nombre.
También es digno de citar el que fuera racionero de la Catedral de Salamanca y cronista del rey, Gil González Dávila, que en los inicios del siglo XVII escribió la historia de numerosas diócesis españolas, entre ellas, lógicamente, la de Salamanca. Tras él fueron otros historiadores los que se ocuparon de la historia de nuestra diócesis y de la ciudad y provincia de Salamanca: Bernardo Dorado (1776), José María Quadrado (1884), Manuel Villar y Macías (1887), Eleuterio Toribio Andrés (1943) y, últimamente, Francisco Martín Hernández (2005). En todas estas obras, se puede encontrar suficientemente detallada la historia de nuestra diócesis.
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