Formar parte del equipo de una Delegación, como la nuestra, es ante todo una misión compartida, porque queremos poner en práctica la sinodalidad a la que nos invita el papa Francisco. De este modo juntos, desde la riqueza de nuestras diferencias, buscamos ser instrumento de Dios para acompañar, apoyar y promover la tarea encomendada: impulsar una pastoral que enriquezca la vida y la familia. Además, concebimos el trabajo de esta misión de manera transversal, es decir, colaborando con el resto de las delegaciones, para aunar fuerzas, coordinarnos con otras iniciativas, uniéndonos a la pastoral diocesana. Por eso, participan algunos de sus miembros en la Mesa diocesana de Pastoral Vocacional, que se ha creado a raíz del Congreso sobre las Vocaciones celebrado en Madrid en febrero.
Trabajar en equipo significa escucharnos, enriquecernos mutuamente, aportar cada uno lo mejor de sí y caminar unidos en un mismo espíritu de servicio, ilusión, humildad y alegría.
Desde septiembre nos venimos reuniendo una vez al mes; nuestros encuentros parten de una oración y unas predisposiciones, para luego analizar las acciones realizadas y programar las nuevas y compartir los proyectos que queremos plantear. Estos proyectos van en la línea de: VER, REFLEXIONAR y ACTUAR.
Así, este curso hemos pensado que debemos ver, observar y escuchar a las distintas realidades que en la diócesis existen sobre la pastoral de familia: catequesis y cursillos de novios, acompañamiento en las parroquias y movimientos a los matrimonios y familias. En un segundo momento, con toda la información, pensamos plantear un programa pastoral, en el que, respetando las distintas iniciativas, se tienda hacia unas líneas coordinadas y comunes de actuación; para, finalmente, ponerlas en marcha, contando con agentes de pastoral familiar y siempre, como decimos, de manera coordinada con el resto de delegaciones, arciprestazgos, parroquias, movimientos y realidades ya existentes.
Hasta el momento esta delegación ha estado presente y ha organizado eventos como la Jornada de la Sagrada Familia, en diciembre; la Jornada del Matrimonio, en febrero y una Oración por la Vida, recientemente en marzo.
Nuestro equipo está formado por seis matrimonios que vienen de diferentes realidades diocesanas donde viven su fe y que ahora presentamos:
Juntos formamos una familia al servicio de las familias y de la vida.
En este Año Jubilar 2025 de la Esperanza, también la Delegación diocesana de Familia y Vida, quiere presentar el nuevo logo de esta delegación, con el que se pretende identificar su presencia en la vida diocesana y en las actividades que se vayan desarrollando.
Nuestro logo, que ahora queremos hacer de todos, porque a todos nos unen los lazos de pertenecer a una misma familia, contienen una simbología, en sus trazos y en sus colores, que queremos compartir.
En torno a la idea de FAMILIA, ésta queda representada en la forma de una casa a través de su tejado, bajo el cual se cobijan los hogares cristianos (2Cor 7,16), IGLESIAS DOMÉSTICAS (LG 11) que se identifican por la CRUZ (1Pe 2,24) con la que se remata el logo. Casas que tienen como objetivo poder REFLEJAR EL ROSTRO DE JESÚS, (2Cor 3,18), – que se atisba por la barba que inicia la “S” de Salamanca; los ojos con las cabezas de los esposos; y el tejado como el pelo del icono-. Es el Señor quien une a los esposos, representados en el centro a través de DOS ALIANZAS ENTRECRUZADAS (Gen 2,24 y Mt 19,5-6), quienes, por su unión, formarán un nuevo hogar.
LA FLECHA, que da unidad a las palabras Salamanca/Familia, quiere significar la idea de estar y PONERSE EN CAMINO, (Sal 25,4) de constante renovación en nuestros ámbitos de lo que es y debe ser una familia cristiana. Además, se apunta a la idea de la unión de los esposos como cocreadores, generadores de VIDA, colaboradores de la obra creadora de Dios (Gn 1,28). “Quien te cree, te crea”, porque es en el seno de la familia no solo donde nacemos, sino donde además al ser aceptados como somos, nos sentimos queridos, confiados y en donde se nos cree; y, por ello somos, a la vez, recreados.
El COLOR VERDE, que es el predominante, es el color de un mundo renovado, esperanzado.
El COLOR AZUL hace alusión al color del cielo, al color del agua, y si es el agua es vida, es el color de la VIDA: “Hay que nacer del agua” Jn 3,5.
El COLOR ROJO de los anillos que se entrelazan y que dejan dibujar un corazón, significa el AMOR, que es el ceñidor de la unidad consumada, (Col 3,14). Rojo, fuego del hogar, porque es el amor el que sirve como base y por ello resuene en el seno de la familia la frase de San Agustín “Unidad en lo fundamental, diversidad en lo opinable y amor en todo”.
La Delegación diocesana de Familia y Vida quiere proponer en sus objetivos, al hilo de las ideas que se concretan en el logo, una confluencia de caminos, que finalmente discurran a través de un proceso conjunto en la que participen todos los agentes de pastoral de la diócesis, para evangelizar a y desde las familias. Esto es, queremos llegar a los que están cercanos, a los que están en el atrio y a los que están alejados; así como a las familias que viven con dificultades. Contemplando además a los que ya son una familia y van a seguir unidos por esos lazos, como desde los que van a iniciar una nueva familia, a lo largo de las distintas etapas de la vida de cada uno de sus miembros.
Queremos contar con la inestimable ayuda que a nivel formativo y de apoyo a las familias con problemas presta el Centro de Orientación Familiar. Se trata de un camino que debemos recorrer conjuntamente porque ello es un presupuesto de la sinodalidad y de la convicción, de que estamos unificados por el Señor. (1 Cor 2,19-22).