El conjunto catedralicio de Salamanca ofrece al visitante el singular tesoro de nueve siglos de historia y arte religioso, que puede ser contemplado en línea de perfecta continuidad. La Catedral constituye una parte fundamental de la ciudad de Salamanca, Patrimonio de la Humanidad, sin la cual es imposible comprenderla.
La Catedral Vieja
Dedicada a Santa María de la Sede, fue construida a lo largo de los siglos XII y XIII. Se presenta como un templo con planta basilical de tres naves y crucero desarrollado en planta y altura, conformando una cruz latina. De factura románica en su conjunto, el edificio se remata con bóvedas de transición al gótico. Entre los maestros que dirigieron la obra, los documentos conservados en el Archivo Catedral mencionan los siguientes: Florín de Pituenga, Casandro Romano, Alvar García, Pedro de la Obra, Juan el Pedrero, Sancho Pedro, Juan Franco o Petrus Petri.
La Catedral Nueva
La Catedral Nueva, adosada a la Vieja, se comenzó a construir en 1513, inaugurándose en agosto de 1733. En la promoción inicial intervinieron los Reyes Católicos, a petición del Cabildo Catedral, quien, con los obispos sucesivos, actuó siempre como principal promotor.
Entre los grandes maestros arquitectos que dirigieron las obras durante casi dos siglos y medio figuran, entre otros, Juan y Rodrigo Gil de Hontañón, Juan de Álava, Juan Setién Güemes, Pantaleón Pontón, los hermanos Churriguera y Juan de Sagarbinaga. Se comenzó a construir en estilo tardogótico y, aunque goza de la utilización de algunos otros estilos posteriores, conservará hasta el final una unidad estilística en este arte, impuesta y querida por el Cabildo. Se trata de una iglesia de planta rectangular, compuesta por tres naves y capillas hornacinas entre contrafuertes. Se cubre por bóvedas de crucería con terceletes y combados dibujando complejos y hermosos diseños estrellados, en los que brillan especialmente las claves. En el crucero se yergue un magnífico cimborrio formado por cuerpo ochavado sobre pechinas con monumentales relieves de los misterios marianos, sobrepasado por un luminoso tambor cilíndrico liberado merced a los amplios ventanales y cúpula semiesférica. En el exterior remata en una falsa linterna; fue finalizado por Juan Sagarbinaga en 1765.
La Iglesia recibe la luz de casi un centenar de vidrieras, procedentes originariamente de Flandes aquellas que muestran un episodio bíblico. En sus muros también se extienden dos galerías corridas, en dos alturas, numerosos medallones con bustos de profetas, evangelistas, personajes de las Sagradas Escrituras y doctores, y otros tantos escudos catedralicios con el búcaro de azucenas.