08/11/2024
Si alguien viene de fuera, que no sabe nada de la fe, de la Iglesia, ni nada relacionado con esto y pasea por nuestra ciudad o pueblos, ¿qué ve? Unos horarios de misas, unas campanas que tocan, anuncios en las cancelas de las parroquias con el teléfono de una persona que se llama párroco; gentes que desfilan detrás de una imagen, otras que se arrodillan en los bancos de los templos; unas fachadas bellamente esculpidas de escenas, un programa de catequesis y sus horarios, unos centros de asistencia a los transeúntes, un comedor de pobres… Verá un vida social, religiosa, cultural, caritativa encomiable, todo ello enraizado en una cultura, que viene de lejos, de siglos. ¿Pero esto qué le suscitará? ¿Qué preguntas se hará en su búsqueda?
El lema de la campaña de la Iglesia diocesana es muy elocuente, acertado y lleno de riqueza. La invitación que se nos hace es a que hagamos de la fe una búsqueda interior. Hoy, cada persona en esta búsqueda se encuentra con la pregunta de la campaña: “¿Y si lo que buscas está en tu interior?”. Bien, es una propuesta muy atractiva y que está desarrollada en la divulgación de la campaña de la Iglesia diocesana, en sus bellos materiales elaborados y publicitados, que invitamos a conocer y compartir.
Pero tal vez sea necesario no solo esta pregunta dirigida al hombre de hoy, sino a la misma Iglesia local. Es verdad, todo lo exterior que la Diócesis nos ofrece es muy valioso, pero ¿y si nos planteáramos ofrecer algo interior que no se ve? Y, con ello, pudiéramos decir a los buscadores de hoy: “¿Y si lo que buscas está en ‘mi’ interior?”. ¿Tenemos “interior” las diócesis para poder decir “ven y verás”? ¿Ofrecemos caminos hacia esa búsqueda interior a la que invitamos?
El gran reto de hoy no está en elaborar un plan pastoral y un organigrama de acciones frente a la secularización -palabra que tapa todas las inercias pastorales-, sino en ofrecer fuentes interiores para la sed de espiritualidad de las nuevas generaciones, que la secularidad no les ha secado ni mucho menos. Pues, cuanto más desierto existe, más deseo de agua hay (Benedicto XVI). Es verdad que los oasis interiores son muy pequeños frente a la inmensidad del desierto, pero lo fecundan [1]. Y nuestro interior eclesial es Jesucristo. Por tanto, la primera propuesta es: dejarse encontrar por Él y centrarlo todo en Él [2].
La Diócesis de Salamanca tiene un organigrama pastoral y estructural exterior que se ve, lo muestra; pero se nos llama e invita a ofrecer, “en su interior”, nuevos “mapas” para “una nueva geografía espiritual diocesana”, como lugares iniciáticos y mistagógicos que, por ahora, convivan con la ¿anquilosada? red de pastoral territorial. Es bueno ofrecer a los buscadores de espiritualidad unos pozos nuevos, distintos a los territoriales que casi todo lo ofrecen como procesos formativos, lo ritualizan, lo enseñan, lo programan con frecuencia (el papel todo lo aguanta), pero no inician, en ocasiones, a la fe interior, ni al encuentro personal con Jesús.
Hoy, crece el número de personas que se describen a sí mismos como “buscadores espirituales”, no “religiosos”. Y parece que las tradicionales expresiones religiosas –procesos catequéticos, rituales e instituciones– son espacios demasiado estrechos para su búsqueda espiritual [3].
Hoy parece necesario que, junto a la ya casi imposible recuperación de la red pastoral territorial, tenemos que ofrecer en nuestro “interior eclesial” fuentes, casas y espacios, para nuevos lenguajes, símbolos, mensajes y paradigmas que ofrezcan el Evangelio como conexión con la búsqueda espiritual interior de las nuevas generaciones, “adecuándonos a los nuevos ritmos y los nuevos espacios vitales”[4] de una nueva cultura, donde parece que “no hay tejidos sino fluidos sociales” [5], y no tanto para contrarrestar la secularización con programas y análisis.
La fe, en este tiempo, no es un cúmulo de certezas a aprender; tampoco es, en primer lugar, ni siquiera unas prácticas externas de religiosidad o culto enraizado en una cultura. Es un camino espiritual de búsquedas, de manantiales, de fuentes, de oasis de sentido, que están en el propio corazón, en tu interior (¡qué buena pregunta la de la campaña!). Ya tenemos muchos de estos espacios interiores: monasterios, lugares de la Palabra, de la sanación, de la escucha, de ventanas a Dios, de la acogida de la pobreza… Pero hay que avanzar, poco a poco, aún más.
Parece que los responsables de la red territorial estamos cansados. No es extraño. ¿No sería viable, que las delegaciones y servicios diocesanos, con laicos a la cabeza, salgamos fuera de la Casa de la Iglesia, y en la secularidad del mundo, sin el abrigo eclesiástico, ofrezcamos “fuentes de lo interior” en barrios, pueblos y en el centro de la ciudad, que fecunden la red de pastoral territorial? Espacios tenemos de sobra. Ánimo, así podemos ofrecer lugares a la pregunta de esta jornada: “¿Y si lo que buscas está en tu interior?”. Buen domingo.
Tomás Durán Sánchez, vicario general y moderador de Curia
[1] Cf. G. Greshake, Espiritualidad del desierto. Madrid: PPC, 2018.
[2] Cf. Armando Mateo, Pastoral 4.0. Eclipse del adulto y transmitir la fe a las nuevas generaciones. Madrid: PPC, 2023.
[3] Cf. Tomas Halík, Desde el reino de los sueños. Mis cartas a un futuro papa. Barcelona: Herder, 2024. Pág. 11-19.
[4] Cf. Página para meditar: Cf. A. Cordovilla, “Como el Padre me envío, así os envío yo a vosotros”. Teología y espiritualidad del ministerio apostólico. Salamanca: Sígueme, 2019. Pág. 61.
[5] A. Cordovilla,…. o.c. Pág. 61.