05/11/2024
El 23 de octubre fallecía don Francisco García García, sacerdote diocesano, que durante sesenta y tres años ejerció su ministerio sacerdotal en diferentes oficios y tareas en la diócesis: beneficiado y posteriormente canónigo de la Catedral de Salamanca, seminario menor de Linares, notario del Tribunal eclesiástico, capellán y profesor de la Fundación Rodríguez Fabrés, capellán de la Adoración nocturna y de la Asociación Virgen de la Vega. Junto con su hermano, el recordado sacerdote, D. Dámaso García, fueron constantes hacedores de un bien obrar bien conocido en Salamanca.
Pero en este recuerdo me quiero centrar una tarea constante, sacrificada, eficaz y sin alaracas de D. Francisco, que fueron sus nada menos que cincuenta y dos años al frente de la notaría del Tribunal eclesiástico, a la que como él bien nos recordaba una y otra vez, llegó para estar provisionalmente tres meses. Su oficio más allá del tramite procesal se traducía, en el seno del mismo Tribunal eclesiástico y de la Curia, en ayudar a prevenir los eventuales problemas que fácilmente generan las cuestiones tan complejas como las que pasaban por sus manos.
De ese período fui testigo, a lo largo de más de dos décadas, de su constancia diaria por el buen fin de cada una de las causas de nulidad matrimonial que pasaban por sus manos como notario (causas que “corrían ante él” que se dice en el lenguaje del foro).
Como no podía ser de otro modo, era consciente de lo delicado de la materia, y actuó siempre en consecuencia, pues quienes someten la validez de su matrimonio al juicio de la Iglesia ven algo recompensado el sufrimiento que generan la ruptura matrimonial y el mismo proceso judicial con una atención pastoral cercana y sencilla. Y D. Francisco con su peculiar expresión, su buen humor y su bien hacer, siempre colaboró a ello; y lo hizo llevando al día cada uno de los trámites de impulso procesal (decretos, notificaciones, escritos…) en lo que demostró una praxis sólida que aún hoy aprovechamos. E hizo de su tarea en el Tribunal una verdadera tarea pastoral y demostración de que por su dedicación constante y callada resultaba lo que se espera de cuantos son servidores de la diócesis, y en definitiva de la Iglesia.
Que por intercesión de la Virgen de la Vega, sea ahora reconocido por el Juez supremo y misericordioso.
Raúl Román Sánchez, abogado del Tribunal eclesiástico