09/11/2024
Que el Evangelio está vivo, que la Palabra de Dios responde puntualmente a las preguntas vitales de cada persona si sabemos escuchar, es una gran verdad que se nos revela cada día y, más si cabe, cada domingo.
En este, el antepenúltimo del año litúrgico, celebramos la Iglesia Diocesana, nuestra Iglesia local, la de Salamanca, en la que nos movemos y nos comprometemos, la que creemos conocer pero seguimos descubriendo, la que amamos con nombres propios y cercanos y en la que somos amados como somos, y porque somos, no por lo que tenemos.
Así es como amaba Jesús y así es como señaló a la viuda que, con humilde sigilo, aunque no oculto a los ojos misericordiosos de Cristo, ni a los del Padre que ve en el escondido, se encaminó hacia el templo para sumar su ofrenda al tesoro en el que otros habían puesto mucho más. Pero ella puso todo. Puso su vida.
Porque ella tenía dos pobres monedas pero se estaba entregando por completo. Parafraseando el lema vocacional de este año para la jornada de la Iglesia Diocesana, lo que buscaba estaba en su interior. Se fiaba de Dios y era por Él por lo que se fiaba de ese tesoro del templo al que sumar sus escasas pertenencias.
Hoy seguimos necesitando ser creíbles como Iglesia y ser creíbles como cristianos a título individual. Lo seremos si damos testimonio de lo que haya en nuestro interior, un interior que cuidar con la oración, con los sacramentos, con la Palabra de Dios, con la relación a veces compleja y difícil con los hermanos.
Es la viuda nuestro modelo personal e institucionalmente. Como Iglesia, en este día de la Iglesia Diocesana, en el que presentamos su actividad y queremos hacerlo de un modo atractivo y trasparente. Pero a la vez hemos de fijarnos en la modestia y en el silencio de la viuda.
Lo mismo en esta ayuda tan necesaria a las víctimas de la catástrofe en Valencia. Es importante que se sepa cómo socorrerlas con eficacia, también desde la Iglesia, que lo hace con solvencia y dedicación a través de Cáritas y otros grupos, pero siempre buscando que esto nos edifique interiormente, circunstancia a menudo opuesta al prestigio exterior, porque nuestra vanidad humana es mal enemigo como tentación.
Que la Mare de Déu de los Desamparados sea amparo para todos. A Ella confiamos a los que han muerto y a sus familias.
Tomás González, médico y cofrade