13/08/2024
En cierta ocasión, un cura párroco rural, cuando se inició el curso pastoral, allá por septiembre, comenzó a apilar en una ventana de la casa parroquial todas las cartas y comunicaciones que venían de la Curia diocesana. No decía Diócesis, pues siempre se sintió parte de ella, y no la consideraba ajena a su vida y misión. Él y sus comunidades eran diócesis, y así se sentían y vivían.
Y las cartas y comunicaciones crecían en la repisa de la ventana. Sin parar. Le pedían de todo, principalmente las Delegaciones y Servicios: participar en las jornadas diocesanas, asistir a la reunión informativa de tal sector pastoral, la celebración de un acontecimiento con la participación del obispo. Era solicitado para todo: Pastoral Juvenil, Cárcel, Enseñanza, Tráfico, Liturgia, Primer anuncio, Familia y vida, Catequesis, Tiempo libre… Y, no solo eso, le solicitaban que, por favor, enviara personas de sus comunidades a todo esto: grupo juvenil, misioneros…; y hasta que diera nombres para el equipo diocesano de Apostolado seglar, de Pastoral del trabajo, de… ¡No dejaba de crecer el montón de cartas, convocatorias y peticiones!
No digamos los requerimientos de la economía diocesana, las cuentas anuales; siempre las envió, todo hay que decirlo. ¡Pero estaban también las estadísticas diocesanas!: bautizos comuniones, católicos, de otra religión… ¡Y eso que no había llegado lo de la protección de datos! Impresos para campamentos, listas de catequistas y padres, permisos para publicar fotos… ¡madre mía!. “¿Es usted Mary, la vecina de Juanito, y viene a pedir la certificación de bautismo del niño?”. ¿Sí? “¡Pues rellene este formulario de protección de datos, que si no, no se la puedo dar!”
El montón de cartas subía. Y él hacía lo que podía. Tenía un grupito de adolescentes, y los cuidaba. La profesora de Religión que venía los fines de semana, ya que vivía en el pueblo, pues tomaba café con ella y bien que aprendía de la tarea docente y sus dificultades. Hasta fue un día a la cárcel y habló con el abogado, pues un muchachillo la había liado con una moto y la droga. ¡Cómo se alegraron sus padres! Y tenía un grupo de Biblia, con siete u ocho personas. Y un grupo de liturgia. Y visitó una noche a una familia en paro, y aprendió de sindicatos, de manera viva, más que en su vida. Y la pequeña merienda con unos jóvenes, en la bodega, donde le preguntaron de todo. No quedó tema eclesial que no fuera revisado y cuestionado por los jóvenes. El grupo de lectores era maravilloso. No se olvidada de visitar a los enfermos, todos los sábados… La acampada fue genial… Y es que esto es lo que le contaban los amigos curas de la ciudad y barrios, que más o menos hacían lo mismo, y que le llegaban las mismas comunicaciones.
Pero el montón de cartas crecía. Hay que decirlo todo. En no pocas ocasiones, algunas de estas tareas eran en el Arciprestazgo y participaban. Y sí, más de una vez también, fueron con niños, catequistas… y participaron en la diócesis. Y no pensaba nunca que estas peticiones “me vienen de los de la diócesis”, pues él y aquellas comunidades, rurales y urbanas viven y son diócesis y se sienten unidos a ella. Y un día le dijeron: “Ah, ¿y por qué no te hacemos un vídeo de esto que hacéis?”. Y ahí ya el montón de la repisa de la ventana se cayó, pues ya la torre era muy alta y no aguantó más.
No. La escasez, o “fracaso”, de las convocatorias de las Delegaciones y Servicios, y también movimientos y comunidades, que es muy grande, así como de las propuestas de la Administración diocesana, Curia, Secretaría, Vicarías… no es por dejadez o indiferencia de los párrocos. No. Ni mucho menos. Molesta que eso se diga. Sino porque hay que adelgazar la “Curia diocesana” porque no hay manos para tanta gestión, ni respuesta de fe para tantas propuestas y organismos. ¿No convendría que las Delegaciones, Servicios, Movimientos…. pensaran que no son un fin en sí mismos, y que sería bueno un cambio de chic? ¿No son las Delegaciones y sus programas, las que tienen que estar al servicio de la pastoral territorial? ¿No deberían simplificarse en tres: misterio, comunión misión? Y, ahora, ¡ya no hay repisa de ventana para amontonar cartas!, pero es tal la cantidad de WhatsApp, emails, redes sociales, anuncios de la Web… que no somos capaces de “consumir” tanta cantidad de convocatorias e información. No hay fe para tanta convocatoria.
Hay que salir, es necesaria una conversión apostólica, espiritual, de estructuras… y hacer del encuentro con Jesús lo primero. Toda la Diócesis. Estas propuestas así no las acoge nadie, ni las van a acoger, pues es otro el momento cultural y pastoral en el que nos encontramos[1]. ¡Otro momento! Volver al amor primero. Volver a lo esencial. Hay que pasarse al camino de Jesús.
Tomás Durán, párroco “in solidum” de Doñinos de Salamanca
[1] Libro para leer este verano: Cf. Armando Matteo, Convertir a Peter Pan. El destino de la fe en la sociedad de la eterna juventud. Barcelona: CLP, 2023.