16/06/2024
Junto al mar, eran tantos los que escuchaban que Jesús se subió a una barca para enseñarles a través de la parábola del sembrador. En este domingo, y en tantas ocasiones, también para nosotros se embarca en la misión de abrirnos los oídos del corazón.
Cuando ya se ha quedado a solas con los más cercanos sigue poniéndoles ejemplos parecidos para presentarles el Reino de Dios: la semilla que se siembra pero luego crece en silencio y fuera de nuestro control, la semilla de mostaza que es pequeña y se hará grande.
Nos dice el evangelista Marcos que todo se lo exponía con parábolas, acomodándose a su entender. Unos versículos más atrás, sin embargo, citando a Isaías, afirmaba Jesús: A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”.
¿Cómo puede comprenderse esto?
Una sabia interpretación nos la brinda Benedicto XVI al referirse a la importancia de la imagen de la semilla en el conjunto del mensaje de Jesús. Sostiene que en ella está escondido lo que va a venir. Es promesa ya presente en el hoy. El Domingo de Ramos, el Señor ha resumido las diversas parábolas sobre las semillas y desvelado su pleno significado: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Él mismo es el grano. Su “fracaso” en la cruz supone precisamente el camino que va de los pocos a los muchos, a todos: “Y cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32).
Entonces, ya sí, miraremos y veremos, oiremos y entenderemos, nos podremos convertir y ser perdonados, porque de esa semilla, sigilosa y misteriosamente, a partir de lo más pobre, humilde y sencillo, brota un árbol nuevo, la Cruz, que explica todas las parábolas. En sus brazos extendidos sobre la Cruz es como Cristo se acomoda a nuestro torpe entender, y es allí, en esa barca de amor, donde nunca deja de enseñarnos.
Tomás González Blázquez, médico y cofrade