24/05/2024
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
En un mundo marcado por el bullicio y la prisa existen hombres y mujeres cuya vida transcurre en el sosiego de la clausura y la contemplación. Así ocurre en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, en la localidad de Vitigudino, donde encontramos un remanso de paz habitado por quince Agustinas recoletas entregadas por completo a Dios en la oración, el trabajo, el estudio, el silencio y el recogimiento.
En el marco de la Jornada Pro Orantibus, que la Iglesia celebra este domingo de la solemnidad de la Santísima Trinidad, nos acercamos hasta allí para conocer el testimonio Viviana, una joven novicia de 26 años, natural de Guatemala, que desde hace poco más de dos meses vive inmersa en la vida comunitaria del Monasterio de Santo Toribio. A través de su experiencia nos adentramos en la vida monástica.
Viviana es la novena de diez hermanos de una familia que ella define como “ecuménica”, ya que sus padres son católicos, algunos de sus hermanos son luteranos y otros no profesan ninguna religión. En ese ambiente diverso surgió su vocación a los once años, influenciada por su madre. “Mi madre fue el instrumento que Dios utilizó para encaminarme a Él”, sostiene esta joven novicia. A esa edad tan temprana, sintió la llamada del Señor y comenzó a buscar el lugar donde Él la quería. “Hoy puedo decir que lo he encontrado”, manifiesta con convicción.
No fue hasta los 23 años cuando Viviana dio el paso e ingresó en la Orden de las Agustinas Recoletas en su tierra natal. Un año después, fue enviada a la casa de formación que la congregación tiene en Serradilla (Cáceres), y del Monasterio del Santísimo Cristo de la Victoria llegó al de Santo Toribio en Vitigudino. “Pude haber elegido otras cosas, pero cuando el Señor llama, Él da la gracia para mantenerse fiel a lo que nos ha llamado”, comenta. La vida contemplativa que ha escogido le aporta mucho. “Es una vocación oculta a los ojos del mundo, pero es agradable a Dios, quien protege a la Iglesia y a la humanidad”.
En Vitigudino, Viviana forma parte de una comunidad de 15 hermanas Agustinas Recoletas, caracterizada por la diversidad de sus nacionalidades y culturas: siete son españolas, cuatro de Tanzania, una de Venezuela, otra de Perú, otra de China y ella de Guatemala.
El día a día en clausura transcurre en “una continua unión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pues ellos son nuestro modelo, son la primera comunidad por excelencia”. Las hermanas se esfuerzan por caminar juntas “con un solo corazón y una sola alma, unidas en la liturgia, la eucaristía, el trabajo y las pequeñas mortificaciones que ofrecemos cada día por la salvación de las almas”, explica.
Esta novicia resalta el papel de los contemplativos y contemplativas, describiéndolos como “el corazón oculto, pero vivo, de la diócesis”. Asimismo, señala que “se nos ha invitado a quedarnos junto al Padre para que nuestro Señor Jesucristo sea amado y que solo por el Espíritu Santo que da vida podamos decir como Santa Teresita: ‘En el corazón de mi madre la Iglesia, yo seré el amor’”.
Y frente a quienes cuestionan la vida monástica, Viviana explica que “no conocen nuestra vida, la esencia de nuestra vocación y la misión que nos mueve a dejar las cosas del mundo para dedicarnos exclusivamente a Dios por el bien de nuestra humanidad”.
Antes de ingresar en la congregación de las Agustinas Recoletas, esta joven se preguntaba “¿cuánto hacen las monjas allá adentro?”. Ahora reconoce que en la clausura “tenemos una gran misión y muchas veces el mundo no comprende nuestro estilo de vida”.
En relación al lema de esta jornada, “Contemplando tu rostro aprendemos a decir hágase tu voluntad”, Viviana afirma que encierra un profundo significado para ella. “Es una invitación a preguntarnos ¿cómo puedo contemplar el rostro de nuestro Señor?”. Para ella, ese rostro se refleja en los que sufren, los pobres, los ancianos, los sacerdotes, los religiosos y los misioneros. “Yo sé que desde aquí puedo hacer mucho y, al ver a nuestra sociedad alejada de nuestro Señor, me da la fuerza y la valentía para decir, cada día: ¡Hágase en mí, según tu voluntad!”.
En esta Jornada Pro Orantibus, Viviana solicita a la comunidad diocesana y a todos los creyentes que recen por las monjas y monjes de clausura. “Les rogamos que recen por nosotras, para que los que estamos en este camino seamos fieles, ya que en estos tiempos de sequía vocacional, muchas comunidades necesitamos de sus oraciones para que la llama no se nos apague”.