ACTUALIDAD DIOCESANA

16/02/2024

Beata Eusebia Palomino, de su “choza” de Cantalpino, a un paso de los altares

Este año se cumple el veinte aniversario de su beatificación por el papa Juan Pablo II en Roma, y 100 años de su profesión religiosa en Valverde del Camino, donde está enterrada tras fallecer en 1935

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

“Naciste pobre y humilde y eres grande como el sol. Pues te ganaste la gloria con tu humildad y candor”, entonan cada 9 de febrero en Cantalpino cuando recuerdan a su hija predilecta, la beata Eusebia Palomino, alrededor de su estatua, en el corazón del pueblo. Desde la beatificación de esta Hija de María Auxiliadora por el papa Juan Pablo II, el 25 de abril de 2004, se declaró la fecha de su fallecimiento como el Día de la Beata Eusebia Palomino.

La salesiana Auxi Hernández,  junto al retrato de sor Eusebia Palomino, en la casa natal de la beata

Las Salesianas recuerdan este año el veinte aniversario de su beatificación y el centenario de su profesión religiosa en Valverde del Camino, donde Sor Eusebia falleció y está enterrada. En la ceremonia en la que se convirtió en beata junto a otros cinco siervos de Dios, el papa Juan Pablo II destacó que Sor Eusebia Palomino, “oyó un día la llamada de Dios y respondió a través de intensa espiritualidad y una profunda humildad en su vida diaria”. Como buena salesiana, “estuvo animada por el amor a la eucaristía y a la Virgen”. Lo más  importante para ella era, “amar y servir; el resto no contaba, fiel a la máxima salesiana del ‘da mihi animas, caetera tolle‘”.

 

Fieles de Cantalpino estuvieron presentes en la ceremonia de beatificación de Sor Eusebia Palomino, el 25 de abril de 2004 en Roma

Su origen en una familia humilde

Eusebia Palomino en el colegio de las Salesianas

Este beata tiene su origen en Cantalpino, a unos 30 kilómetros de la capital, donde nació en una humilde casa que ella siempre llamó su “choza”, un 15 de diciembre de 1899.  Como relata una de las Hijas de María Auxiliadora en esas mismas paredes, Auxi Hernández, de la actual comunidad de Salesianas de Salamanca, “esta casa tiene un sabor entrañable”, primero de todo, argumenta, “porque se guarda lo que es más auténtico, que es una casa muy pequeñita, de tres estancias nada más, donde vivió su familia, con la pobreza como característica”.

Estancias de la antigua casa en la que vivió  Eusebia, en Cantalpino, ahora musealizada

También recuerda que el padre de Eusebia Palomino se dedicaba al campo, “pero por un accidente no puedo trabajar, y tenía que ir por los pueblos pidiendo”. Su hija le acompañaba, y como precisa Auxi, “para la pequeña era una fiesta ir”. De los ocho hijos que tuvieron sus padres, tan solo sobrevivieron tres, entre ellas Eusebia, junto a sus hermanas Dolores y Antonia.

“Para Eusebia, su casa era su ‘choza’, su paraíso, y por eso alababa al Señor por todas las cosas que allí aprendió”, relata Hernández . En 1912, Eusebia se subió por primera vez a un tren para dirigirse a Salamanca capital, “buscando allí trabajo, porque allí ya estaba su hermana Dolores”. Comenzó atendiendo a un niño, y cuando paseaba por el Campo de San Francisco, donde estaban ubicados varios conventos, ella siempre pensaba en que Dios le buscara un sitio. “Pero ella siempre creía que su pobreza se lo impediría”, añade Auxi.

 

Una de las salas de espiritualidad donde se exhiben cartas, fotografías, libros y recuerdos de Eusebia Palomino

La llamada de la Virgen

Imagen de María Auxiliadora que sor Eusebia regaló a Cantalpino y que fue traslada en sus brazos desde la estación de tren de El Pedroso hasta el pueblo.

Una de las llamadas a su vocación religiosa llegó cuando un día se encontró en la calle, junto a la iglesia de la Clerecía, la procesión de María Auxiliadora. ” Sintió frente a la imagen que le decía: “Tú serás mi hija”, describe esta salesiana. Pasó el tiempo, con eso en su mente, y un día se encontró con una joven que le habló de las Salesianas y le acompañó hasta ellas, en la casa de la Ronda de Sancti Spiritus.

Y como detalla, Auxi, allí tiene otro encuentro con la Virgen, “que sintió que le decía, ¡aquí es donde yo te quiero!”. Eusebia comenzó a participar en lo que denominaban “oratorio”, y un día la ofrecieron trabajo en dicha casa, en concreto, en la cocina. Entre sus tareas estaba también limpiar la casa y acompañar a las estudiantes hasta la universidad.

Fue allí donde esta joven de Cantalpino expresó su deseo de formar parte de la familia de Salesianas, pero temía que por su pobreza no pudiese hacerlo. “En una visita de un salesiano del consejo general, habló con ella y le comentó su vocación, y fue entonces cuando ella entró de postulante en la casa“, narra. Un año después, dejó Salamanca para formarse en Sarriá, en Barcelona, donde hizo el noviciado durante dos años. Y un 5 de agosto de 1924 profesa como religiosa en Valverde del Camino, en Huelva, donde fue enviada.

Un instrumento en las manos de Dios

Escultura de sor Eusebia realizada por Fernando Mayoral y que se encuentra frente a su casa natal, en Cantalpino

De su biografía, Auxi Hernández también subraya cómo enseguida se ganó el cariño de los valverdeños, “empezaron a descubrir la belleza interior que tenía, y hasta los seminaristas de Huelva llegaban hasta allí para hablar con ella para discernir sobre su vocación”. Además, las antiguas alumnas del colegio que la conocieron, “recuerdan esa sabiduría especial, la que tienen las personas de Dios, que el espíritu está y habla a través de ellas, como un instrumento en las manos de Dios, desde la sencillez y la humildad”.

Y antes de su fallecimiento, el 9 de febrero de 1935, con tan solo 35 años, Eusebia Palomino sintió el don de la profecía, como detalla Auxi Hernández. “Anunció que España entraría en una situación muy sangrienta y que sufrirían mucho”, en relación a la Guerra civil que estallaría en 1936.

A los pies de la estatua de sor Eusebia se encuentran piedras de todos los países donde están presentes las Hijas de María Auxiliadora

De su funeral cuentan las crónicas que todo el pueblo quiso despedirla con honores y que había dejado una huella muy grande en la gente, y decían: “Ha muerto una santa”. Después de su fallecimiento, durante décadas no se escuchó hablar de su historia. Sin embargo, a través de unas antiguas alumnas de Valverde, comenzó a recogerse su historia y sus milagros, como el del cuadro, a través del pintor valverdeño, Manuel Parreño, que hacía sus obras con los pies al no poder utilizar sus brazos por las secuelas de una poliomielitis. “Comenzó el retrato de Sor Eusebia y lo primero extraordinario que sucedió fue el secado tan rápido de la pintura, nunca antes visto, y que en cuatro horas lo había terminado”, cuenta Hernández. Finalmente, en Roma se consideró que era “un hecho milagroso”.

En Cantalpino, junto a su casa, y en medio de una plaza, se levanta su estatua, obra de Fernando Mayoral, que se inauguró en el centenario del nacimiento de Sor Eusebia Palomino, el 25 de abril de 1999. Es de bronce y mide 1,80 metros de altura. A los pies de la estatua, se conservan piedras de todos los lugares del mundo con presencia de las Salesianas, en total, 95 provincias, que se conservan por el Año de Gratitud Mundial, celebrada en España en 1999. Cada año, los quintos de la localidad colocan sus cintas a la beata en señal de pedir su protección.

 

Retablo dedicado a la beata Eusebia Palomino, en la iglesia de su pueblo natal

 

La escultura de Eusebia mira a la casa de espiritualidad y al que fue su humilde hogar y que cariñosamente llamaba su “choza” (la blanca).

 

 

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