19/01/2024
TOMÁS DURÁN. VICARIO GENERAL DE LA DIÓCESIS DE SALAMANCA
En nuestra Diócesis, desde hace años y alentados por el anterior obispo y sus colaboradores, se vienen impulsando de manera excelente y sosegada dos caminos. Uno de ellos es la participación de los laicos en el Ministerio de la Palabra de las celebraciones dominicales en ausencia de sacerdote. Con ello, el desarrollo de la misión que proviene del Bautismo se realiza en un ministerio eclesial en el que, enviados por el obispo y junto con los párrocos, muchos de los bautizados en esta Iglesia local participan con total normalidad.
Las palabras que fluyen de manera sosegada de esta acción son disponibilidad, corresponsabilidad y misión compartida. Y, todo ello, se realizado con naturalidad, sencillez y gran generosidad por los laicos, hombres y mujeres. Pronto pasará a ser no-noticia por su cotidianeidad y vivencia comunitaria y misional habitual.
El otro gran tema son los hombres y mujeres que, junto con los párrocos, se encargan de la administración económica de las parroquias. Aquí es necesario hacer un breve inciso. La económica de las parroquias rurales, llevada de manera admirable por los colaboradores laicos (mayoritariamente mujeres), administran lo pequeño, lo escaso, pero valiosísimo. Son colectas muy humildes que mantienen los tejados, los recibos de luz, las bombonas de las estufas, el vino y el pan, los domingos de Cáritas… No deberían quedar al margen de las reuniones diocesanas de economía precisamente por su pequeñez. Nos enseñan, a las parroquias más grandes, que con “lo poco” se puede vivir y evangelizar, contribuyendo con la presencia en la vida diocesana. Y a la Economía diocesana, y las grandes parroquias, nos enseñan que lo nuestro también debe ser suyo en gestos de comunión y trasvase económico. Nos alegra su presencia, porque su testimonio es puramente evangélico y necesario de conocer y significarse diocesanamente. Su “pequeñez” no puede ser causa de su ausencia; muy al contrario, es imprescindible.
Los hombres y mujeres que, sin ser noticia, colaboran en la economía parroquial realizan una labor excelente, porque conjugan tres palabras de manera admirable: corresponsabilidad, es tarea de todos, pero especialmente de los laicos, ya que son expertos en muchas materias; sostenibilidad, ya que gracias a ellos se encuentran cauces de una mayor comunión de bienes; y transparencia, porque la economía parroquial ha dejado de ser tarea exclusiva de los párrocos y es trasparente en su totalidad.
Gracias a todos por esta excelencia y estos caminos eclesiales tan sosegados, que van construyendo la Iglesia diocesana, siendo así luz de comunitariedad y servicio gratuito a la sociedad salmantina. La Iglesia contribuye de esta forma al desarrollo humano, social y cultural de la sociedad.