27/06/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Nunca en un templo se respiró tanto amor a Dios y al prójimo como lo vivido el pasado domingo, 25 de junio, en la iglesia de El Carmen de Abajo, con la profesión carmelita del joven salmantino de 21 años, Pablo Alonso Hidalgo, que ha recibido el nombre de Pablo María de la Cruz. La iglesia se quedó pequeña para todos aquellos que quisieron acompañarle, y que incluso siguieron la celebración desde la calle.
El saludo inicial fue del carmelita, Desiderio García, su acompañante espiritual en este proceso que ha vivido desde que los médicos le comunicaran que su enfermedad ya no era tratable, un Sarcoma de Ewing, que le fue diagnosticado cuando tenía 16 años. Pablo ha decidido dar este paso, y su deseo es consagrarse a Dios, “y vivir en obsequio de Jesucristo”, como él mismo ha reconocido.
El padre Desiderio García dio la bienvenida a todos a una celebración que calificó de “única e irrepetible“, para él, “un acontecimiento mundial, porque la santidad siempre tiene repercusión en el mundo entero”. Y en este caso, cuando hay alguien que quiere entregar su vida, “y que se ríe de la muerte, que es nuestro gran enemigo, resulta que algo grande está sucediendo”.
Este carmelita se dirigió en varias ocasiones a los padres de Pablo, Mari Carmen y Ricardo, para recordarles el anhelo que sentía su hijo de consagrarse a Dios, “a través de las manos de la Virgen María, y aquí está hoy”.
El día de la Visitación de la Virgen María, el 31 de mayo, recibió la noticia por parte de los médicos, y como apuntó Desiderio, “se cumplió la palabra del salmista, sobre que el justo no teme las malas noticias porque su corazón está firme en el Señor”. Y elogió que un día que sería de malas noticias, “nuestro hermano no lo vivió así, sino que sintió que se pronunciaba ‘el todo está cumplido’, y empezó para él un tiempo de estar radiante de felicidad”.
Además, recordó que la Virgen María, la Desatanudos, “le ha ido a Pablo alfombrando el camino, porque quiere que circule con la realeza que tienen los hijos de Dios”. Y habló de su nombre “de guerra” al entrar a formar parte de la comunidad carmelita de Salamanca, “Pablo María de la Cruz, que une su nombre de bautismo, a su consagración a la Virgen María, y a la presencia de Cristo, el crucificado”.
Su acompañante espiritual subrayó también que ese día, Pablo, “va a manifestar, como afirma la regla del Carmen, que desea vivir en obsequio de Jesucristo, haciendo voto de pobreza, obediencia y castidad hasta la muerte”. Y remarcó que lo que se iba a vivir hoy, “es un auténtico milagro”, y que se da, “allí en el lugar donde el Señor considera que es necesario, y ha elegido un tiempo y un espacio que es hoy y en Salamanca, porque lo necesita”.
Desiderio García cree que con este gesto de Pablo, “nos despierta de nuestra vida distraída y disipada, y nos recuerda lo esencial, que nuestra meta es el cielo, y solo merece la pena vivir en serio las cosas de Dios”. Por último, recordó las tres intenciones de Pablo María de la Cruz. La primera, la conversión de los jóvenes, “para que se encuentren con el amor de Dios a través de Jesús Eucaristía, su pasión, su amor”.
En segundo lugar, la unidad de la Iglesia, “que todos los movimientos, itinerarios, grupos eclesiales u ordenes religiosas sean uno, porque una es la Iglesia y uno es el cuerpo de Cristo, de forma que la división nunca rompa el cuerpo de Cristo”. Y lo tercero, añadió este padre carmelita, “unirse a la pasión de Cristo, y que la ofrenda de su vida, nos ayude a todos a desterrar el miedo a la muerte“. Para Pablo, como también se relató, “tres meses me parece muy largo, hay que irse, ya es demasiado largo, con el Señor, siempre lo mejor”.
Y con el canto de entrada, “Qué amables son tus moradas (Cf. Sal 84)”, que según Desiderio, “es la síntesis de la vida de Pablo”, comenzó la procesión de entrada de los concelebrantes, presidida por el maestro superior mayor de los Carmelitas, el padre Salvador Villota, y el obispo de la Diócesis de Salamanca, Mons. José Luis Retana.
Tras las lecturas tuvo lugar la presentación del candidato, que comenzó con la llamada al elegido, Fray Pablo María de la Cruz, por parte del maestro de novicios, el padre Alejandro López: “Preséntese el que va a profesar”… y tras contestar a una serie de preguntas, entre ellas, manifestaba que quería profesar, “para servir al Señor en vuestra familia, todos los días de mi vida, hasta la muerte”.
En la homilía, el padre Salvador Villota subrayó sobre Pablo que el Señor, “te ha llenado de este gran don de querer vivir sólo para él, y de decir que es esta la vida y lo que quiero es Cristo”. Este superior carmelita añadió que ahora, están viendo a Cristo levantado en Pablo María de la Cruz, “y esto nos atrae”.
También mencionó que el día del ingreso en la orden de este joven coincidía con la celebración de San Luis de Gonzaga, patrón de los jóvenes, que se realizó en la habitación 615 del Hospital Clínico Universitario de Salamanca. El prior provincial también le recordó que el hábito carmelita, “te une a la Virgen del Carmen, y siempre está contigo”.
Tras las palabras del prior en su homilía, comenzó el interrogatorio a Fray Pablo María de la Cruz: “¿Quieres ahora consagrar más íntimamente a Dios con la profesión solemne?”, o, “¿quieres, con la gracia de Dios, observar siempre la castidad perfecta, la obediencia y la pobreza, a imitación de Jesucristo y de su Madre, la Virgen?”, entre otras. A las que el joven contestó: “Sí, quiero”.
Siguiendo el rito, después se realizó la oración litánica, y tras ella, se inició la profesión de votos perpetuos en las manos del prior provincial, el padre Salvador Villota. El joven leyó la fórmula, rodeado de su familia más directa, ubicada en los primeros bancos del templo: “Yo, Pablo María de la Cruz Alonso Hidalgo, con plena confianza y voluntad firme, me consagro totalmente a Dios y me comprometo vivir en obsequio presente de Jesucristo, imitando los ejemplos preclaros de la Virgen María, del profeta Elías, nuestro padre, y de los santos del Carmelo…”. El siguiente gesto fue firmar la profesión, y el prior provincial, con las manos extendidas delante del pecho, compartió la oración de la bendición.
El padre Salvador Villota entregó las insignias de la consagración a Fray Pablo María de la Cruz, la túnica con el escapulario y la capucha. En primer lugar, la parte marrón del hábito, y después, la capa blanca. “Recibe este hábito signo de tu consagración; conserva en tu corazón la fidelidad, que indica exteriormente este hábito religioso”… Con la ayuda de sus padres y su acompañante espiritual, Desiderio García, Pablo fue revestido con el hábito carmelita, signo de su consagración, mientras cantaban las meditaciones al Sagrado Corazón de Jesús: “Solo a ti, solo a ti, mi amor…”.
Pablo María de la Cruz también recibió el libro de la Regla y de las Constituciones, “para que, observándola fielmente, vivas siempre en caridad”, manifestó el prior. Desde ese momento, el celebrante ya manifestó que este joven ya formaba parte de la comunidad carmelita. Tras su conclusión, Pablo recibió el abrazo de paz de los religiosos y un cálido aplauso de todos los presentes en el templo.
Y tras la profesión de fe, continuó la misa con la liturgia eucarística, donde el obispo, Mons. José Luis Retana, fue el que dio la comunión a Fray Pablo María de la Cruz, así como a su familia. Durante la comunión, el grupo de jóvenes, en su mayoría amigos y conocidos del joven ya carmelita, cantaron en himno “Effetá”.
En la bendición final, el obispo se dirigió a Pablo recordándole que el verdadero voto, “es entregar el corazón, y todos los que estamos aquí sabemos a quién pertenece el tuyo, y tú sabes de quién te has fiado, del Señor, te bendice y nos bendice a todos”. Después, todos los concelebrantes, junto a Pablo María de la Cruz y los frailes carmelitas, dirigiéndose a la Virgen del Carmen, cantaron la “Salve” y el “Flos Carmeli”.
Y de nuevo sonaron los aplausos en la iglesia de El Carmen de Abajo, antes de escuchar las palabras grabadas de Fray Pablo María de la Cruz como acción de gracias hacia la asamblea, y que forman parte del testimonio que ofreció para el programa, “Iglesia Noticia”, de la Diócesis de Salamanca, y que puede escuchar en este enlace.
En ese testimonio, reconoce que durante los seis años que lleva con esta enfermedad, sintió la llamada de Dios a la vida consagrada, “y me ha concedido este milagrazo, porque según los médicos, mi enfermedad ya no se considera curable y va más rápido de lo que pensaba”.
Asimismo, indica que los médicos le han dado unos cuantos meses de vida, “y lo que quería comunicaros es lo increíblemente bonita que es la muerte en Cristo, que es algo que no da miedo, que es alucinante, y que es un tabú que yo creo que que hay que romper”. A Pablo le han dicho que le quedan estos meses, “y me parece hasta mucho tiempo, ya de las ganas que tengo de poder encontrarme con el Padre“.
Por otra parte, Pablo da gracias a Dios por este tiempo que le está concediendo, “que de verdad me noto muy sostenido en la oración, por cómo lo está llevando mi familia, y la energía que puedo tener yo con todo esto. Porque realmente como yo he dicho muchas veces, yo me he encontrado con Dios en el sufrimiento, en la enfermedad, y gracias a la muerte en esta enfermedad, me voy con Él, y esto es algo que me hace inmensamente feliz”.
Antes de abandonar el templo, a los pies del altar, el grupo de jóvenes, amigos de Pablo, volvieron a cantarle el himno “Effetá”.