18/06/2023
TOMÁS GONZÁLEZ BLÁZQUEZ, MÉDICO Y COFRADE
Este domingo de fiestas sacramentales, como eco del Corpus Christi, y de una romería tan devota y entrañable en nuestra tierra, la del Cristo de Cabrera, volvemos al verde, a lo ordinario también en el color de la casulla sacerdotal.
Lo ordinario nos remite a ordenar las cosas en nuestra vida, a reordenarnos también nosotros, conforme al orden perfecto que es Dios. Para esta tarea, a menudo pendiente, pocos pasajes evangélicos tan apropiados como el que hoy se nos regala en la Santa Misa.
Basta fijarse en las actitudes y acciones de Jesús según lo relata Mateo. En primer lugar, al ver a las personas “como ovejas que no tienen pastor”, se compadece de ellas.
Ante esto, su consejo no es que nos pongamos directamente a hacer, a actuar, a emprender, sino que oremos, que roguemos al Señor.
Luego, llama y regala a los doce la autoridad, porque toda autoridad corresponde a Dios, y solamente a partir de la fidelidad a su llamada puede entenderse.
La autoridad concedida se somete a un servicio concreto para el que los envía, proclamar el Reino de Dios a esas ovejas descarriadas, sin pastor.
Como esta llamada, esta autoridad, este envío, son puras iniciativas de Dios, que nos ha creado y salvado por amor a cada uno de nosotros, deben acogerse y vivirse como un don gratuito, que comienza en la compasión, sigue en la oración confiada, pasa por la aceptación de la llamada y culmina, día a día, en la entrega a la misión, cada uno en su situación particular.
Vale el esquema, precisamente ordenado, que Jesús nos brinda para que, sirviéndose de medios tan pobres como nosotros, Él mismo cure toda enfermedad y toda dolencia, y que, como en los versos de Unamuno dedicados a Cabrera, nos refugiemos en cada “nido / donde van los dolores / a dormir en los brazos del Cristo”.