01/06/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Después de 19 años como vicario general, ¿cómo se siente al dejar ya el cargo?
Estoy satisfecho porque he servido a la diócesis lo mejor que he podido y sabido. Ahora ya termina y doy reemplazo a otros. Esto es la ley de la Iglesia, la Iglesia permanece, pero los hombres vamos cambiando.
En todos estos años, ¿qué momentos le han marcado más?
Hay dos momentos, uno para bien y otro para mal. El momento para bien fue la misa que tuvimos en la Peña de Francia como conclusión de la Asamblea diocesana, en 2016, que me parece que resume muy bien todo lo que se ha trabajado antes y después. Y después de que el obispo firma el documento, viene lo más interesante, porque el papel lo aguanta todo, pero el asunto era ver lo que todo eso iba a dar de sí, y realmente, se han hecho muchas cosas. Por ejemplo, se ha transformado toda la estructura de la diócesis, las delegaciones, los arciprestazgos, el presbiterio… Ha sido una obra realmente muy importante que hay que tener en cuenta, y por eso, yo lo pongo en primer lugar como algo bueno.
En cuanto a lo negativo, yo recuerdo con pena aquel primer mes de la pandemia, fue muy duro, con nuestro obispo, Don Carlos, también en el hospital. Y como desde la residencia diocesana me llamaban por el teléfono para avisarme de cada fallecimiento. Fue una cosa realmente dura y seria. Y los enfermos que había, sin saber muy bien cómo atenderles, o los difuntos, sin poderles atender tampoco de una manera adecuada, fue muy duro.
¿Cómo encontró la Iglesia en Salamanca y cómo está ahora?
Me parece que era una diócesis sin demasiadas complicaciones, viviendo el Concilio lo mejor que hemos podido, y con entusiasmo en algunos grupos. Entré con esperanza y satisfacción, porque un obispo nuevo siempre trae aire fresco, y con don Carlos entramos este equipo nuevo, y creo que lo hicimos con mucha ilusión.
Y ahora, tengo la misma ilusión, porque la Iglesia no tiene que decaer nunca en su ánimo. Aunque es verdad que hemos bajado el compromiso eclesial, tanto laicales como los sacerdotales. Por ejemplo, en cuanto a las vocaciones, que un problema muy serio, y hemos dado un bajonazo, así como en las comunidades religiosas que estamos perdiendo. Todo eso me preocupa, pero la toalla nunca hay que tirarla, porque no hay mal que por bien no venga, y ya el Concilio decía que incluso a los enemigos les tenemos que agradecer su presencia dolorosa, pero benéfica, porque eso nos despierta, nos hace funcionar. Y eso está creando en nosotros un clima de apertura, de ánimo, de esperanza, y por eso, en este momento que viene un equipo nuevo, yo creo que lo recibimos con mucha esperanza.
¿Cuáles han sido sus máximas preocupaciones?
Lo que más me ha preocupado es descuidar todo lo que tiene que ver con el equipo de curia de la diócesis, porque yo era el moderador, y a mí lo que me interesaba era que se coordinara, que se entendiera, y trabajara con responsabilidad. Y sobre todo, que hubiera un clima de paz, para mí era muy importante.
A mí me gustaría que todos los que han pasado por este despacho hubieran salido satisfechos, pero a veces, los buenos resultados no han sido posibles, y lo siento mucho, pido perdón. También pido perdón por todo lo que no haya hecho de una manera adecuada, y soy el primero en reconocerlo.
¿Y sus alegrías?
Hemos tenido grupos de trabajo muy interesantes, por ejemplo, en la curia, que hay un equipo que está conjuntado, y con el cual hemos trabajado bien. Es una satisfacción enorme ver cómo realmente hoy la fe y la doctrina de la Iglesia sigue siendo útil y buena para toda la gente.
¿Algo que haya quedado pendiente?
Me quedan pendientes algunas cosas, entre ellas, la parte vocacional, que me preocupa y veo que hay un déficit. Lo cierto es que estamos en mínimos, tanto en las vocaciones sacerdotales, con un solo seminarista; como en el mundo religioso. Y también me preocupa, como delegado de Familia y Vida, el asunto de los matrimonios, y lo que tiene que ver con la puesta a punto de una formación prematrimonial. Hemos descendido muchísimo el número de bodas en la Iglesia.
Otro déficit importante que me duele especialmente a mí está relacionado con la pastoral de Santa Teresa. Para empezar, la basílica de Alba, sin terminar, y con un plan hecho. Ya tenemos cubierta una parte, pero lo demás no, y sería un lugar estratégico para hacer una pastoral mucho más abierta, más acogedora, porque ahora está centrado en la iglesia de las madres Carmelitas. La basílica tendría que ser el lugar principal de oración, y por eso, creo que es un déficit importante que tenemos. Y el otro es el santuario de Valdejimena, un lugar de oración, de reposo, de tranquilidad, de sosiego, que lo tenemos cerrado, y hay que invertir para ir allí.
Otra cosa muy importante es nuestro diálogo con el mundo actual, por ejemplo, con el auditorio de Calatrava, que tenía que tener un planteamiento continuo de actos, de cine, de teatro, conferencias, exposiciones,… para dialogar con el mundo actual. Creo que no le estamos sacando el partido que realmente podíamos.
¿Cuál ha sido su mayor aprendizaje como vicario de general?
El mayor aprendizaje es el trato con las personas, que es una riqueza enorme. A mí me ha gustado siempre mucho más la vida de parroquia que la de oficinas, sin embargo, esta vida de despacho, de acoger a la gente, me ha dado una riqueza enorme, el tratar de comprender a las personas y dialogar con ellas.
Ese trato a mí me ha enriquecido muchísimo, y es más lo que yo he recibido de la diócesis, que lo que he podido dar. Estoy muy agradecido, es un don que te den una responsabilidad de este tipo. No podemos llegar a lo que queremos, sino que tenemos que tener una enorme humildad, somos pobres, somos débiles, y a veces, incapaces.
Durante un tiempo compaginó su tarea con la de deán de la Catedral, ¿cómo vivió esa etapa?
Es otra faceta y la hice con mucha satisfacción. Yo no acabo de entender por qué la Catedral no es más querida por la gente, incluso por el clero. Siempre van a la Catedral con cierta distancia, pero es la casa común. La Catedral es la cátedra del obispo, y allí tiene que resonar la palabra de Dios de una manera muy especial.
También es delegado de Familia y Vida, ¿qué le aparta esa tarea?
Me está ayudando mucho a situarme en la situación dura y difícil que está pasando la familia. Y por otra parte, me está dando pie a comprender, a entender y a aceptar la doctrina que la Iglesia ofrece a la familia. Es una cosa muy apasionante y realmente estamos en una tensión muy fuerte porque la Iglesia está siendo perseguida.
Estoy enormemente satisfecho de haber trabajado en este mundo de la familia y de la vida, y hasta donde me digan. Y de la vida, hoy es un problema terrible, y la familia está sufriendo como pocas veces en la historia, con 100.000 abortos que tenemos en España todos los años, con el beneplácito de la autoridad, incluso jurídica.
Un mensaje al Pueblo de Dios ahora que deja esta tarea…
Al pueblo de Salamanca, que esté unido, y dejémonos de capillas, en la Iglesia, todos a una, comprendiéndonos, dialogando, perdonándonos, sumando, y nunca restando. Perdemos mucho tiempo en cosas que no merecen la pena, y tenemos muchísimo que hacer.
Yo lo que le pido a la Iglesia de Salamanca es que hagan racimo, que estén unidos al nuevo pastor y al nuevo equipo, que formen una unidad, que dialoguen entre sí. Porque el que rige la Iglesia es el Espíritu, y la Iglesia es un misterio que nos desborda, y tenemos que dejar que sea el Espíritu el que haga lo que quiera hacer. Él es el dueño de la Iglesia, y por tanto, pido a la Iglesia obediencia, a quienes realmente el Espíritu ha puesto como líderes, como guías. Y nos gustará más o menos lo que nos vayan diciendo, pero nosotros somos servidores, como María.
¿Algún consejo para los nuevos responsables de la diócesis?
Que sean como son, y que hay una labor pastoral prioritaria, que es estar cerca de la gente, aunque sea con pobreza, aunque no podamos dar todo lo que nos piden, pero estar cerca y tratar de escuchar. Tratar de abrir los brazos y atenderlos, y esto lo van a saber hacer muy bien. Me parece un equipo con mucha valentía, porque ha puesto a mucha gente joven, que era necesario.
El vicario general es un hombre que está experimentado, que sabe, que tiene su ciencia y su sabiduría, y creo que puede salir una fusión muy interesante. Sobre todo, vivamos lo que llamamos la santidad, porque hoy lo que hace falta son santos entre nosotros. Don José Luis es un hombre realmente arriesgado, porque ha asumido una tarea fuerte la de atender dos diócesis a la vez, que supone mucha valentía y fe en el Espíritu Santo. Yo les ofrezco mi oración.
Que sean capaces de tener la mirada de Dios, porque la nuestra siempre puede fallar y nos podemos equivocar, pero ese don de la sabiduría divina es segura, ver las cosas como Dios las ve, eso es lo que yo pido al Señor para este grupo nuevo. Y les agradezco que lo hayan aceptado.