ACTUALIDAD DIOCESANA

15/02/2023

La fe que ilumina y da sentido al sufrimiento

El sacerdote Juan José Calles inicia con este artículo una serie de reflexiones que van a compartir los capellanes y colaboradores del Servicio de asistencia religiosa católica (SARC) en el Complejo asistencial de Salamanca, con ocasión de la Campaña del Enfermo 2023. Su reflexión está inspirada en la curación del anciano Tobit 

 

“La Jornada Mundial del Enfermo, nos ha recordado el papa Francisco en su Mensaje con motivo de la XXXI Jornada Mundial del Enfermo, no sólo invita a la oración y a la cercanía con los que sufren, también tiene como objetivo sensibilizar al pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias y a la sociedad civil sobre una nueva forma de avanzar juntos”, el Papa nos invita a reconocer que “todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esa atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse, curar y levantar. La situación de los enfermos es, por tanto, una llamada que interrumpe la indiferencia y frena el paso de quienes avanzan como si no tuvieran hermanas y hermanos”  y, también, nuestros obispos a través del Departamento de Pastoral de la Salud nos han propuesto “dejarnos cautivar por el rostro desgastado” de nuestros mayores.

A la luz de las historias de algunos ancianos que aparecen en la Escritura nos acercamos a sus vidas, a sus experiencia de fe y al modo como ellos vivieron la enfermedad y la vejez y cómo afrontaron su muerte. Hoy entramos en comunión con Tobit, el padre de Tobías, un fiel judío deportado que experimentará en el transcurso de su vida la prueba de la enfermedad en forma de ceguera y, a través de ella, vivirá un encuentro con la Misericordia y la Providencia divina que le sostendrá en medio de sus sufrimientos y la dará la luz para entender, como afirma San Pablo,  que en todos los acontecimientos de la vida interviene Dios en favor de aquellos a  los que ama (Rom, 8,28).

1. La historia de la familia de Tobit: Dios escribe derecho pero con renglones torcidos

La historia del libro de Tobías está ambientada entre los israelitas exiliados en Nínive. En ellos piensa el autor sagrado, que escribe muchos siglos después, para ponerlos como ejemplo a sus hermanos y hermanas en la fe dispersos en medio de un pueblo extranjero y tentados de abandonar las tradiciones de sus padres. Así, el retrato de Tobit y de su familia se ofrece como un programa de vida. Él es el hombre que, a pesar de todo, permanece fiel a las normas de la ley y, en particular, a la práctica de la limosna. Tiene la desgracia de quedarse pobre y ciego, pero no pierde la fe. Y la respuesta de Dios no tarda en llegar, por medio del ángel Rafael, que guía al joven Tobías en un viaje peligroso, procurándole un matrimonio feliz y, por último, curando la ceguera de su padre Tobit. El mensaje es claro: quien hace el bien, sobre todo abriendo su corazón a las necesidades del prójimo, agrada al Señor, y, aunque sea probado, experimentará al fin su benevolencia.

2. La enfermedad como prueba: cruz y luz

Dice el libro del Kempis que Dios nos visita de dos formas: bien a través de la consolación o bien por medio de la tribulación. En el caso de Tobit se nos narra quedó ciego al caerle excremento de gorriones en sus ojos provocándole unas manchas blancas (Tobías 2, 10) y vivirá la cruz de la ceguera durante cuatro años hasta su curación milagrosa por mediación de su hijo Tobías aplicándole sobre sus ojos un ungüento a base de hiel de pescado tal y como el Arcángel Rafael le había indicado. La enfermedad de Tobit, su ceguera, le llevará a experimentar una profunda crisis existencial y espiritual que nos comunica a través de su oración confiada y desgarrada ante Dios: “Más me vale morir que vivir, porque he escuchado reproches injustos y estoy agobiado por la tristeza” (Tobías, 3,6).

La enfermedad siempre nos pone a prueba y en ella y a través de ella se produce un diálogo muy directo, vivo y existencial entre el anciano enfermo y Dios¡al final del tiempo de la ceguera, de la oscuridad, de sentirse solo y abandonado aparecerá la respuesta de Dios como consuelo, guía, protector, sanador, LUZ!. El libro de Tobías, termina con esta su oración agradecida a Dios del anciano Tobit por haber recobrado la vista a modo de confesión: “Él azota y se compadece; / hunde hasta el abismo y saca de él…Si os volvéis a él de todo corazón / y con toda el alma, / siendo sinceros con él, / él volverá a vosotros / y no os ocultará su rostro. Veréis lo que hará con vosotros, / le daréis gracias a boca llena” (13, 2.6-79).

La situación de humillación y de sufrimiento vivida por Tobit, vista desde una perspectiva cristiana, se convierte en motivo para comprender el sentido de la historia cuando ésta se vive abandonándose al proyecto de Dios. Toda la narración bíblica está entretejida por esta realidad. Basta con recordar la historia de José, vendido por sus hermanos, que, en el proyecto de Dios, estaba destinado a convertirse en su salvador en tiempos difíciles (cf. Gn 37,2-36). Éste es asimismo el caso de Job, hombre justo que sufre sin desesperar e incluso recurre siempre a Dios, a su bondad, y se confía a su voluntad. Con todo, la historia más luminosa y ejemplar sigue siendo, a buen seguro, la de Jesús de Nazaret, que se convierte en la respuesta más significativa de Dios al dolor del mundo. Jesús, en efecto, abrazó el camino de la cruz que el Padre le presentó, se confió a su plan de amor e, incluso en el momento de la pasión y de la muerte dolorosa, alabó a su Padre y con su ejemplo invitó a todos a la conversión.

3. Dejémonos cautivar  por el rostro desgastado de nuestro hermanos mayores

También la vida de muchos hermanos nuestros, mayores y enfermos, están pasando por experiencias personales  de exilios familiares, de humillación y de  dolor que se convierten en motivo de magna meditación sobre el misterio de la vida humana y cristiana. ¡Ayudémosles a vivir sus situaciones personales desde la cercanía humana que se hace compasión, desde la escucha sanante y desde el acompañamiento orante que discierne el paso de Dios en medio de la noche de nuestros sufrimientos!; a veces, hasta el sufrimiento injusto se convierte en un medio de salvación, en un verdadero camino de conversión para el creyente que sabe ver en todo la mano paterna de Dios, capaz de transformar el mal en bien. El cristiano que espera activamente en la prueba el tiempo de la pacificación es alguien capaz de reconocer de nuevo el amor de Dios sobre sí; es alguien que vive de la certeza de que a la ocultación de Dios le seguirá su revelación de salvación y de alegría y, en consecuencia, es alguien capaz de ensalzar siempre a su Señor con un himno de alabanza y de acción de gracias como hizo el anciano Tobit al final de su vida.

Juan José Calles, capellán en el Complejo asistencial de Salamanca

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