04/11/2022
El 6 de noviembre celebramos el día de la Iglesia Diocesana.
La diócesis es esa porción del pueblo de Dios cuyo cuidado pastoral se encomienda al obispo, por lo que todo aquel que se siente verdaderamente miembro del pueblo de Dios, camina en comunión con sus hermanos bajo la guía de su pastor, tras las huellas de Cristo.
La diócesis es como una familia que va adelante porque siempre hay alguien que tira de ella, entregándose sin medida. En la Iglesia diocesana de Salamanca somos una gran familia, contigo. Nadie queda excluido de este “contigo”.
En esta familia no hay lugar para el descarte, para la exclusión, para la inacción. Todos y cada uno de los miembros de dicha familia tenemos y debemos ponernos manos a la obra, cada uno desde nuestra propia vocación, nacida en nuestro bautismo. Los presbíteros, como cooperadores directos y estrechos con el obispo, pastorean y acompañan la vida de esta familia. Hoy más que nunca, queridos sacerdotes, debemos entregarnos en nuestro ministerio, para paliar las carencias derivadas de la escasez de vocaciones y de la indiferencia religiosa que caracteriza nuestra sociedad.
Los consagrados y consagradas desde vuestra opción radical por Cristo estáis llamados en nuestra Iglesia a ser luz y guía que apunte a un horizonte de trascendencia que sigue siendo necesario en este mundo desorientado y falto de referencias fiables. Mostrarnos que Dios es Dios.
Y vosotros, los laicos, tenéis que apostar por una vivencia fuerte y comprometida de vuestra fe, poniendo tiempo y vuestros carismas al servicio de la labor evangelizadora de la Iglesia. Esta Iglesia que no puede subsistir sin animadores litúrgicos, sin catequistas, sin voluntarios y agentes de pastoral de la caridad. Pero, además, vosotros sois los hombres y mujeres que tenéis que encarnar al mismo Cristo en vuestros ambientes, en la realidad profesional, social, y política.
Y todos nosotros, los bautizados, entregando lo que tenemos: nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestra aportación económica, nuestras ideas. No es el momento de la inacción, sino de la entrega total, porque o apostamos por la Iglesia en nuestra realidad más cercana, nuestra diócesis, nuestra parroquia, nuestro grupo o movimiento: o perderemos la oportunidad de construir entre todos la gran familia de la fe que atienda las necesidades de todos sin dejar a nadie atrás. Tomemos conciencia de las implicaciones de nuestra fe y de la necesidad de vivirla en comunidad, alimentándola en la celebración de los sacramentos y compartiéndola con los demás en el compromiso cotidiano. Somos una gran familia convocada por Cristo, que ha de ser luz para el mundo, y lo logrará de verdad si cuenta contigo. Gracias por todo y, por tanto.
Con mi afecto y bendición.
+José Luis Retana Gozalo, obispo de Salamanca