03/06/2022
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN SOCIAL
El papel de los laicos en la misión de la Iglesia centra el #HazMemoria de esta semana, con el que se repasa la labor de esta institución eclesial. En Salamanca, desde hace 30 años, la Diócesis de Salamanca cuenta con la colaboración de la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz para hacer la oración de exequias en los cementerios de la ciudad. Primero, los fines de semana y festivos para aliviar la carga de los sacerdotes, y desde hace dos años, con la actual pandemia, todos los días de la semana.
La hermandad cuenta con un grupo de ocho hermanos (seis hombres y dos mujeres), todos laicos, que rezan la oración a los difuntos antes de que reciban sepultura en el campo santo. Francisco José Jaspe es uno de ellos, que relata los orígenes de esta labor, hace más de 30 años, con la incorporación a la hermandad de la sección del Santísimo Cristo de la Liberación. “Trasladamos la imagen al cementerio, y la diócesis nos pidió que ayudáramos en la tarea de la despedida a los difuntos”, apunta. Fue el entonces obispo de Salamanca, Mons. Mauro Rubio, en 1991, “en principio los fines de semana y festivos, debido a la falta de vocaciones, porque era muy difícil encontrar sacerdotes para la oración de exequias”.
Desde hace más de dos años, con el inicio de la pandemia, se amplió a los cinco días de la semana laborables, “y ahora hacemos la oración de exequias todos los días del año”. Jaspe cree que no existe en España otro grupo de cofrades que realicen esta misma labor, “que evidentemente es dura, porque estás en el momento del entierro, pero también es muy gratificante, cuando los familiares te dan las gracias por estar ahí, y rezar con ellos”.
Este cofrade reconoce que muchas veces tiene ganas de llorar con ellos, “sobre todo cuando entierras a un niño o una persona joven, personas con toda la vida por delante, que han muerto por una enfermedad o un accidente”.
Desde hace dos años, dos mujeres forman parte del grupo, y desde la diócesis respaldan esa decisión porque como les señalaron ambos vicarios, “las mujeres tenían que estar porque no hay diferencia entre hombres y mujeres dentro de los fieles, y la oración de exequias es particularmente de laicos”.
Cuando tienen algún difunto, se organizan a través de un grupo de WhatsApp, “es una labor muy gratificante, y muchos ya nos van conociendo”. Para Francisco, ser cofrade va más allá de salir un día en procesión, “estamos para echar una mano, y para ser hermano todo el año”. Además de hacer la oración de difuntos en el cementerio, en ocasiones también acuden a los velatorios, “para hacer allí la oración de exequias”. Para ellos, cada persona fallecida es única, “y lo hacemos como si fuera de nuestra familia”.
Marisa Beltrán es una de las dos mujeres laicas que forman parte del grupo de exequias de la hermandad. La labor que desempeña en la actualidad siempre la tuvo en mente, “pero por las circunstancias de la vida, o no me han dejado, o no he podido”.
Pero hace dos años, comenzó a hacer los responsos en el cementerio, porque como apunta, entre semana, “algunos miembros del grupo trabajan”, y por la mañana ella podía cubrir esas horas. Pocos meses después llegó la pandemia y el número de difuntos se incrementó considerablemente: “He llegado a tener un día seis seguidos, es decir, uno detrás de otro“, describe.
En cuanto a la tarea de este grupo de cofrades, en primer lugar, reciben al coche fúnebre o las cenizas, así como a los familiares en la entrada de los cementerios (San Carlos Borromeo o Tejares). “Lo primero es saber su nombre y hacer las peticiones y oraciones oportunas”, confirma Marisa Beltrán. Una vez finalizada su exequia, trasladan al difunto a la zona donde será enterrado. “A veces nos piden que la oración se haga junto a la sepultura, por nosotros no hay ningún inconveniente, lo hacemos donde nos dicen”, reconoce.
En el tiempo que lleva rezando el responso de difuntos, ella no ha tenido ningún problema por ser laica y mujer, “al contrario, y para mí es una experiencia muy gratificante, aunque es triste, porque la gente viene llorando, con un sentimiento muy profundo, y en cinco minutos que duran los responsos, tienes que intentar consolarlos”. Esta hermana de Amor y Paz intenta transmitir mucho cariño, “decirles que a pesar de su pérdida inmensa, hay que transmitirles la esperanza de la Resurrección, de que esa persona está con Dios, y que como decimos, está en un lugar donde ya no hay luto ni dolor, decimos paz y alegría, y eso hay que intentar transmitírselo”.
Como el caso de Francisco, para Marisa lo más duro es presenciar la despedida de gente muy joven, “yo he llegado a hacer responsos de gente de 16 años, que tienen toda la vida por delante, te da una tristeza, y te preguntas qué puedes decir a esos padres”.