ACTUALIDAD DIOCESANA

04/03/2022

Villagarcía de Campos en la mañana de Pascua

Durante cuarenta años (1980-2020), la primera semana de Cuaresma, de domingo a miércoles, se celebraba en Villagarcía de Campos, el Encuentro de obispos, vicarios y arciprestes, un ejercicio de sinodalidad de la Iglesia en Castilla. Justo en estas fechas, el párroco de la Unidad Pastoral de la Santísima Trinidad-Sagrada Familia, Tomás Durán, reflexiona sobre estos encuentros, “con la sugestiva mención a la mañana de Pascua”.

 

Hace unos meses, desde la Secretaría de la Iglesia en Castilla, se nos invitaba a un discernimiento sobre los Encuentros de Obispos, Vicarios y Arciprestes en Villagarcía de Campos, que se realizan la primera semana de Cuaresma, durante XLII ediciones ya desde 1980. En el cuestionario enviado se nos preguntaba en qué estación del año diríamos que se celebran estos encuentros. Y respondemos que en la mañana de Pascua, sin duda ninguna, si consideramos ésta una estación. En ella todo renace a la vida, la esperanza está siempre abierta, y la Iglesia sinodal encuentra su origen, fundamento, camino y espíritu para vivirla, celebrarla y expresarla. Los “encuentros de Villagarcía” son un cenáculo eucarístico para encontramos con el Señor, los hermanos y la misión. En esta tierra y bajo estos cielos, con estos hombres y mujeres de Castilla, en su momento histórico concreto, en el que peregrina la Iglesia.

Y son un encuentro que, configurados como hogar, sirven para acoger todos juntos el amor trinitario, como Iglesia -pastores y pueblo- que ora en común, celebra la Eucaristía, fuente del “affectus sinodalis”, y encuentra un mismo aliento, no en sí misma, sino en la fuerza del misterio pascual. Oración que se ofrece y prolonga en los Ejercicios espirituales de la última semana de agosto.

Encuentro de Villagarcía celebrado en 2019.

La koinonía eucarística, un solo pan y un solo cáliz, alienta en estos encuentros una bella teología de la eclesiología de comunión, donde obispos-sacerdotes, fieles laicos y vida consagrada, ponen en común la vida, las tareas y los bienes. Y esto sugiere y anima caminos compartidos de diócesis, arciprestazgos, delegaciones y unidades pastorales en la Región del Duero.

El impulso eucarístico lleva a la misión. Así, con estos encuentros vividos como envíos que nacen de la eucaristía, en Villagarcía nos enriquecemos con las diversas experiencias de la iniciación cristiana y la catequesis; de la evangelización de jóvenes, familias y alejados; del testimonio apostólico en los pueblos pequeños; del diálogo entre la fe y la cultura… Es volver a la misma misión de Jesús, para pasar el evangelio al conjunto de la sociedad castellanoleonesa en el momento histórico de estos cuarenta y dos años. Toda una siembra.

El discípulo, la Iglesia entera, la humanidad toda, el cosmos en su integridad, están atraídos por la gravitación del amor consumado de la Pascua de Jesús, ofrecido en la Eucaristía, para alcanzar la recapitulación en Él al final de los días. Y así, la Iglesia peregrina en Castilla, se ha ocupado del hombre y su historia (“Edades del Hombre”); de las necesidades humanas de sus habitantes para servirles (“Iglesia samaritana”); y ha trabajado en su seno la búsqueda de Reino de Dios y su justicia (“Eucaristía y justicia”), entre otras muchas propuestas que lleva a cabo. Iluminar y servir el camino histórico, cultural, social y religioso de sus hombres y mujeres, sobre todo de los pobres, es su gran logro.

En esos cuatro subrayados (misterio, comunión, misión y recapitulación), asumidos y revalorizados por el Pentecostés del Concilio Vaticano II, podemos enmarcar todos los temas tratados en estos 42 Encuentros de Villagarcía. Sus propuestas y “pistas para el camino” no son “unas hormas” obligatorias para nadie (asambleísmo); ni solo unas “claves” teológicas y pastorales plurales, que también lo son; quieren ser, sobre todo, un “aliento” nacido de una experiencia sinodal eucarística, que animan e iluminan a la Iglesia… y a la humanidad castellana en su devenir histórico.

El momento ahora es muy nuevo. Ciertamente otro. Estamos en 2022. Hoy la Iglesia es más pequeña. Pero por eso es más querida de Jesús y sentimos más su cercanía. Tres pasos nuevos vislumbramos. Primero, necesitamos todos, pueblo y pastores, una mirada nueva al rostro de Jesús. Es hora de la pro-existencia como hizo Él: darse en total gratuidad sin esperar respuesta, para recobrar un nuevo aliento espiritual y pastoral, ante el desplome vocacional de todo el pueblo cristiano (no sólo del clero), y ante la indiferencia de una apostasía social silenciosa y creciente. Solo sostenidos en Él pueden los gérmenes que nacen hacer camino en esta hora.

Encuentro de Villagarcía celebrado en el año 2014.

Es conveniente y necesarísimo, segundo, un nuevo impulso de la eclesiología de comunión: “el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”1 (papa Francisco). Nunca hemos necesitado tanto el caminar juntos como ahora; marchar en solitario es una tentación. La región del Duero, “ámbito cultural homogéneo”, puede y debe proseguir “un camino común de las Iglesias particulares, que refuerce los vínculos espirituales… favorezca los dones y sintonice las opciones pastorales”, puesto que los “desafíos son análogos”2. ¿No vamos a caminar ahora sinodalmente? La Iglesia universal, unidos todos a Pedro, es nuestro ámbito espiritual y apostólico, y su llamada hoy es esa. No le defraudemos.

Y, además, tercero, es oportuna una luz para una presencia eclesial y misionera nueva, dado el momento histórico-poblacional que vivimos en nuestros pueblos y ciudades. Podemos hablar de tres ámbitos donde hoy se vive: el medio rural vaciado y poblado por la soledad; unas cabeceras de comarca en las que comienza a notarse la carcoma de la despoblación; y la capital de cada provincia con su centro histórico deshabitado y envejecido, y sus alfoces llenos de urbanizaciones que habitan familias jóvenes parapetadas en hogares difíciles de abordar, y donde más se evidencia la autonomía humana, además de la indiferencia religiosa.

Desde una experiencia eucarística y sinodal, ¿no sería bueno ofrecer una Iglesia en Castilla servidora de nueva humanidad que, como “ciudad puesta en un monte”, sirva de luz, contraste y esperanza a la vida de los hombres y mujeres de esta tierra? Una “escato-praxis” nueva, que ilumine al hombre castellano en su hora, con unos caminos sociales, económicos, políticos y culturales más allá del populismo, de la post-verdad y de la polarización, que ha sido el proceso electoral reciente, usando todos a Castilla y León como campo de batalla nacional.

La mañana de Pascua es permanente: nos llena de resplandor y vida esperanzada. Necesitamos un paso nuevo. Sinodal. Nuestra confianza y nuestro júbilo están en el Señor que va delante, con paso decidido, en este itinerario cuaresmal hacia la mañana de Pascua…. ¡Sigámosle!

Tomás Durán Sánchez, párroco. Diócesis de Salamanca

 

1. Papa Francisco. Discurso en la Conmemoración del 50 Aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos. Roma, 17 de octubre 2015.

2. Comisión Teológica Internacional. La sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia, 85. Roma 2018.

 

 

Encuentro de obispos, vicarios y arciprestes de la «Iglesia en Castilla» celebrado en 2018 y al que asisitieron también responsables de pastoral familiar de las diócesis.
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