28/02/2022
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La labor de sacristana va más allá de ser la responsable de colaborar con el sacerdote en el servicio del altar o cuidar de los ornamentos y de la limpieza del templo, porque es vivir la fe aportando ese tiempo de su vida para desarrollar todo eso. María González, Mari, realiza esta tarea en la iglesia de Aldealengua, su pueblo natal y el de sus padres y abuelos.
“Vengo a la iglesia para hacer lo que se pueda, porque hay poca gente, y hay otra persona que me ayuda”, aclara esta vecina. Entre sus tareas está la de poner las flores, o tener a punto la ropa, como apunta. También limpia la iglesia y prepara el altar antes de que llegue el párroco, José Miguel González, cada domingo.
Después de misa, como describe esta sacristana, se vuelve a recoger todo, apaga las luces y cierra la iglesia, “y ya hasta el próximo domingo, porque antes teníamos eucaristía los miércoles, pero con la pandemia se quitó”. En cada misa, María también participa en el coro, aunque reconoce que cada vez van quedando menos, “aunque cuando pase todo esto queremos volver a ensayar”.
Cada domingo, esta feligresa abre la iglesia, prepara el pan con el cáliz, las formas, y todo lo necesario para la celebración, “y cuando llega José Miguel ya tiene todo listo”.
Desde el inicio de la pandemia, asegura que viene menos gente a misa, “a la gente le daba miedo venir, y hemos seguido todas las medidas, como dos personas por banco, en el siguiente una, y así”. De hecho, confirma que todavía mantienen esa distancia de seguridad en el templo, “porque tenemos bastante sitio”.
En la iglesia tiene varias imágenes devocionales, entre ellas, su patrona, la Virgen de Pedrarias, que llevan dos años sin poder sacar en procesión, o San Isidro Labrador, con el que iban hasta los campos del pueblo para bendecirlos en mayo. Además, tienen otras devociones, como Santa Águeda, o el Sagrado Corazón de Jesús. La fiesta de Aldealengua la celebran por San Juan, el 24 de junio.
Ella mientras su salud se lo permita seguirá colaborando en su parroquia, “siempre ayudaré en lo que pueda, porque esto es lo que siempre me ha tirado”. A veces también se lleva trabajo a casa, como por ejemplo, para lavar y planchar los manteles o el pañuelo que cubre el cáliz”.
María González recuerda la vida en la iglesia de Aldealengua cuando ella era pequeña, “en las confesiones se juntaba muchísima gente”, de hecho, describe que hasta venían dos o tres sacerdotes para ello. “Ahora no llegamos a media docena”, subraya.