25/11/2021
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Cerca de 400 grupos sinodales y más de 6.000 personas participaron en el último Sínodo que celebró la Diócesis de Salamanca, entre 1985 y 1989, hace 32 años, con el obispo don Mauro Rubio como pastor. El anterior Sínodo tuvo lugar en 1889, presidido por el padre Cámara.
La historia de este Sínodo comenzó en 1985, cuando en un encuentro sacerdotal se sugirió esta posibilidad, que otras diócesis ya habían abordado. Ese mismo año, el papa dio una consigna a los obispos de la provincia eclesiástica de Valladolid en la visita ad Limina: “Las nuevas situaciones están reclamando una renovada acción evangelizadora que estimule actitudes cristianas de mayor autenticidad personal y social, y en las que participen todos los miembros de las comunidades eclesiales: sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos”.
Una comisión fue la encargada de concretar los primeros pasos del proceso sinodal mediante la propuesta de reflexión en grupos de los cuatro grandes Constituciones Conciliares. Después, comenzaron a formarse grupos sinodales cuyo trabajo inicial se plasmó en el llamado Documento Síntesis, publicado en el verano de 1988, donde se recogían las luces y las sombras de la realidad eclesial como base para un examen de conciencia colectivo que hiciera posible la reforma de las personas y de las estructuras.
Este documento tenía tres grandes capítulos: La Iglesia que anuncia el Evangelio, La Iglesia que celebra los Sacramentos y La Iglesia que da testimonio del Amor Cristiano, que fueron la base para la elección de los temas centrales de las futuras constituciones, escogidos en el primer encuentro sinodal.
El obispo don Mauro Rubio apuntaba en una carta pastoral ante la clausura del Sínodo diocesano, el 12 de junio de 1989, que este proceso “ha abierto el camino para el diálogo eclesial entre los laicos, religiosos y presbíteros, tanto en reuniones de grupo como en comisiones de trabajo y asambleas de zonas y sectores”. Además, aclaraba que la clausura del Sínodo, “no debería suponer la disolución de los grupos que han venido trabajando hasta ahora”.
El prelado remarcó que las Constituciones Sinodales aprobadas en este proceso, “obligará a la celebración de Asambleas diocesanas y de encuentros diversos con objeto de realizar lo acordado”. El establecimiento, pone como ejemplo, del Consejo de Pastoral, “que es un deseo expresado por todos, que exigirá una consulta a la base para determinar sus características, sus componentes, etc. ”
Se reunieron en dos encuentros, el primero de ellos en ocho sesiones, en diciembre de 1988; y el segundo, en seis, en junio de 1989, donde surgieron las prioridades pastorales que terminaron siendo aprobadas por el entonces obispo don Mauro Rubio. En concreto: los sacramentos y su renovación pastoral; la responsabilidad social que nace del amor cristiano; la organización de la diócesis al servicio de la comunión y la evangelización; la atención pastoral al mundo rural; los laicos en al Iglesia y en el mundo; y la evangelización de los jóvenes.
En dicho proceso, de una manera u otra, participaron cerca de seis mil
fieles diocesanos, como se recoge en el número extraordinario dedicado al Sínodo diocesano de Salamanca (1985-1989) del Boletín oficial del Obispado. Fruto de todo ello es el documento de las Constituciones Sinodales, que cuentan con siete capítulos. El primero de ellos tenía carácter introductorio, en cuanto que enmarcaba el sentido de los otros seis. Estos, a su vez, se centraban en cada uno de los temas de atención pastoral preferente elegidos por el mismo Sínodo.
El 25 de junio de 1989 se clausuró el Sínodo diocesano bajo la presidencia del obispo, don Mauro Rubio, concelebrada por 200 sacerdotes. Según la prensa local, participaron en la clausura unos 15.000 fieles llegados desde todos los rincones de la diócesis. La clausura consistió en una eucarística de acción de gracias que se celebró en el Estadio Helmántico, con la presencia de la imagen de la Virgen de la Vega, patrona de Salamanca.