17/09/2021
Creo que a todos nos pasa que podemos estar muy de acuerdo con una teoría, nos pueden parecer perfectas unas normas de actuación, podemos comulgar con una ética e incluso ser de los afiliados a ella y de los apasionados de su defensa, pero luego, en la práctica, cómo nos cuesta hacer vida aquello que predicamos. Tenemos muchísimos ejemplos de esto en nuestro día a día, mirando a los otros y también mirándonos a nosotros mismos. Nos cuesta ser fieles a nuestros principios. Tantas veces, nos puede el propio interés, el orgullo, la necesidad de reconocimiento,…
Esto es lo que contemplamos en el Evangelio de este domingo. Nos parece mentira que los apóstoles, los amigos de Jesús, los que compartieron tanto tiempo con Él, los que le escuchaban a diario y habían dejado todo para seguirle, todavía estuvieran preocupados por quién era el más importante, el primero, el mejor, el número uno.
Pero no nos extrañemos tanto, porque nosotros también, amigos de Jesús, nos preocupamos por los puestos, por la apariencia, por el reconocimiento de los demás, en las grandes cuestiones y en las pequeñas cosas.
Hoy en las lecturas se nos pide ser cuidadosos con nuestras motivaciones, examinarnos de las razones por las que nos comprometemos, por las que estamos y hacemos. Pero sin que esto nos paralice o nos bloquee con la culpabilidad. Jesús nos pone un ejemplo precioso: hacernos como niños, quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.
Un reto que abarca todas las esferas vitales: el trabajo, la familia, los amigos, la comunidad, … y que es una actitud que marca la diferencia.
Ojalá podamos ir acercando cada día más lo que hacemos a lo que creemos y como niños, desde la libertad y con profunda alegría, fijemos la mirada en nuestro modelo, Jesús de Nazaret.
Belén Santamaría, laica, CVX y trabajadora de Cáritas Diocesana.