25/06/2021
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
“Los jóvenes también siguen las huellas de Jesús”, y así lo confirman los responsables de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Salamanca. En su última semana, la iniciativa #HazMemoria repasa la atención a la juventud en sus vertientes de formación y acompañamiento, como piezas clave del futuro de la Iglesia diocesana.
El delegado de Pastoral Juvenil de Salamanca es el sacerdote diocesano, Andrés González Buenadicha, quien relata que cuentan con diferentes grupos de jóvenes, como el denominado “Ohana”, de adolescentes; “Jerut”, que se encargan del campamento diocesano; “Molokai”, de voluntariado de acción social, o “Atrio”, de nueva creación. Todos ellos se reúnen de forma semanal o quincenal para tratar temas de formación o de acompañamiento, entre otras tareas. “Nos parece que ambas dimensiones hay que cuidarlas mucho, porque el acompañamiento ayuda a hacer músculo entre ellos, y le da un carácter apostólico para salir ya en sus ambientes a evangelizar a otros”, remarca.
A este responsable le parece que el acompañamiento espiritual es muy importante en el mundo juvenil, “el acompañar la vida del joven en sus búsquedas, en sus preguntas, el ir rastreando el sueño que Dios tiene para ellos”. Todo eso, aclara González, “nos parace que es una gracia, un regalo ir con ellos descubriendo cuál es ese deseo, es una meta fundamental en este trabajo con jóvenes”.
Otro medio empleado para el trabajo con jóvenes en todos estos grupos es la experiencia Oasis, “basada en la oración, de acompañamiento de la oración, en la espiritualidad, en la iniciación también a la celebración”. En este caso se trata de unos “mini” ejercicios espirituales, “una experiencia de retiro de fin de semana en un monasterio o casa de espiritualidad, donde se les acompaña en la oración, en el encuentro del Señor, en el amor a la escritura… y en generar vínculo entre ellos”, subraya el delegado.
Desde su delegación, este sacerdote anima a los jóvenes a sumarse a la Pastoral Juvenil, “para ver ese rostro de joven en una Iglesia que quiere seguir anunciando a Jesús, que quiere seguir viviendo con su semblante, con sus mismos sentimientos y actitudes, y esos jóvenes que quieren ir a contracorriente, que quieren pasar por el mundo dejando huella, y no de puntillas”.
María Juanes, de 22 años, pertenece al grupo Atrio y procede de la parroquia de San Cristóbal de la Cuesta. “Llegó un punto en el que allí me encontraba sola y gracias a mi catequista me puse en contacto con Molokai, donde empecé en la iniciativa “Cenas con tema” y haciendo voluntariado con la “Ola de frío”, que te pone en contacto con una de las partes más duras de la vida”, destaca esta joven.
Ahora pertenece al grupo de fe, “donde puedes hablar de cómo te sientes e intentar resolver algunas incógnitas que estando en la fe te vienen a la cabeza”, aclara. Para ella, esta experiencia supone felicidad, tranquilidad, “porque creer, ser cristiana, a mi edad, contarles a las personas con las que te juntas, con un grupo para hablar de fe, es muy difícil hoy en día con tantas cosas como te rodean”. María Juanes asegura que así está conectada con Dios, “creo que es mirar la vida desde otro punto de vista, y te ayuda muchísimo en un montón de cosas en el día a día, al relacionarte con tus amigos, al estudiar, a seguir adelante cuando ves que no puedes más”. Por eso invita a otros jóvenes a que se sumen, “porque les vamos a recibir con las manos abiertas”.
Cristina Ramos, de 21 años, forma parte del grupo Jerut desde hace seis años. “Es un grupo que tiene como misión hacer el campamento diocesano con niños de entre 5 y 13 años”, relata. Para ella es como una familia, “acogemos siempre con los brazos abiertos”, y añade que siempre están dispuestos a ayudarse a ellos y a los demás. “Estoy muy contenta porque además tenemos acompañamiento, y eso nos ayuda en la fe, nos guía sobre todo en las oraciones y en nuestro camino como cristiano”, sentencia.
Javier de Dios lleva cuatro años en Molokai y asegura que en cada proyecto que ha estado se ha enamorado del voluntariado, “me acogieron bien, nunca tuve ningún problema a la hora de elegir, tanto con niños, personas mayores, gente de la calle, etc.”. A este joven le ha cambiado la manera de ver a la sociedad, “porque descubres por qué esa persona está en la calle, sabes su nombre, y que no está ahí porque quiere”, determina. Además, ha trabajado con niños y personas mayores, de los que también ha aprendido distintas realidades: “Molokai te ayuda a eso, a ir y saber que existe mucho más, y no a prejuzgar antes de tiempo, a conocer a esa persona, y es una experiencia muy bonita que a lo largo de los años sigue siendo mejor”, sentencia.
Por último, otro de los integrantes del equipo de Pastoral Juvenil, Raúl Izquierdo, recuerda su tarea de acompañamiento con los jóvenes del grupo Jerut. “El acompañamiento de los jóvenes es una herramienta fundamental y privilegiada para la ayuda, el apoyo y el crecimiento de los jóvenes en la fe”, subraya este responsable. Al respecto, determina que hay dos tipos de acompañamiento, “uno más formal, donde se emplean metodologías de escucha activa, donde nunca tienes que juzgar lo que estás escuchando, y en todo caso, hacer de espejo y poner luz a las dificultades que estás escuchando”, reitera.
Pero uno de los pilares de su tarea de acompañamiento es “que descubran la presencia de Dios en su vida diaria, en el estudio, con la familia y los amigos”. Para ello, Izquierdo se apoya en lecturas, textos o canciones, entre otras herramientas. Y otro acompañamiento menos formal, como describe, es la ida de estar siempre dispuesto a dedicar tiempo a los jóvenes, “y esto es una cuestión de actitud principalmente”. Raúl Izquierdo tiene claro que hay que dedicarles tiempo, “porque muchas veces los jóvenes necesitan gente que les escuche, que los anime y les ponga a su altura”.