08/05/2021
La iniciativa de la Conferencia Episcopal #HazMemoria, que tiene como objetivo dar a conocer la labor de la Iglesia, esta semana se centra en la presencia de los sacramentos en la vida de los cristianos. El delegado de Liturgia de la Diócesis de Salamanca, Emilio Vicente de Paz, recuerda la importancia de la misma en la comunidad diocesana.
En este sentido, señala que la liturgia, “es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza”. Vicente de Paz insiste en que cada vez que la Iglesia se reúne en oración, o sea, en las celebraciones litúrgicas, y de manera primordial en la eucaristía, “se hace presente el Señor resucitado, y por el Espíritu Santo la Iglesia se edifica y manifiesta su propio ser”.
Como apunta este sacerdote, las principales celebraciones litúrgicas son los siete sacramentos, “sobre todo la celebración por excelencia, que es la eucaristía dominical”. Además, son liturgia otras celebraciones llamadas sacramentales, “como las exequias y las bendiciones”.
Además, insiste en que también son liturgia, “el despliegue del misterio de Cristo a lo largo del tiempo: el año litúrgico”. Así como la expresión del misterio de Cristo, “en el espacio litúrgico y en la música, o en el rezo de la liturgia de las horas”. El delegado diocesano de Liturgia reconoce que con la pandemia ha condicionado de algún modo las celebraciones litúrgicas, “puesto que suponen la reunión de una asamblea de fieles, pero no ha impedido la acción de Dios y de la Iglesia”.
Al respecto, cree que ha afectado a la vida litúrgica de la Iglesia, “pero menos de lo que puede parecer a simple vista”. Emilio Vicente confirma que han tenido que adaptarse en algunos aspectos, “si queríamos seguir viviendo y celebrando la fe, y esto depende de nuestra voluntad, no de lo que se nos impone desde fuera”. Y asegura que los ministros de la Iglesia (sacerdotes, diáconos y muchos fieles laicos con responsabilidades litúrgicas, como los que visitan a los enfermos), “han estado siempre disponibles”.
En relación a la eucaristía dominical, como subraya este sacerdote, “se ha celebrado sin interrupción, y durante el tiempo de confinamiento, en la mayoría de los casos sin la participación directa de los fieles, pero los sacerdotes hemos seguido celebrando en nombre de Cristo y de cada una de nuestras comunidades, con un número muy reducido de fieles o incluso a solas”.
Y para ayudar a los fieles que no han podido participar directamente en las celebraciones, “en algunos casos se han transmitido en directo por medios telemáticos y por las redes sociales, de modo que al menos han podido ver y oír”. El resto del año, se ha reducido el aforo de las iglesias, “adaptándonos según las medidas de prevención obligatorias, como el uso de mascarillas, la limpieza de manos y de objetos, la distancia interpersonal, etc.”.
Y asegura que los procesos de empezar y crecer en la vida de fe, “han tenido que adaptarse”. En cuanto a las celebraciones, “salvo en el tiempo de confinamiento, han podido tenerse sin más problemas que los derivados de la reducción de aforo y de las medidas sanitarias obligatorias”.
En cuanto a los bautismos celebrados en tiempo de pandemia, el delegado de Liturgia detalla una reducción de un 50% respecto a 2019, con 461, que cree que es causa de circunstancias de orden práctico, “como la dificultad para reunir a un grupo numeroso de personas o para que los familiares puedan desplazarse largas distancias”.
Sin embargo, remarca, “ninguna de esas circunstancias ha sido nunca impedimento real para que los recién nacidos sean incorporados a Cristo y a la Iglesia, para lo cual hace falta bien poco”. Y añade que hay muchos padres que han comprendido esto, “y han preferido, cuanto antes, bautizar a sus hijos, que es lo verdaderamente importante, aun sin la asistencia de muchos familiares, que es una cuestión secundaria”.
En relación a las confirmaciones, también han sufrido un descenso de un 40% con respecto al año anterior, con 242, y la mayoría se retrasaron a los últimos meses del año 2020. El descenso en las primeras Comuniones ha sido menor, de un 25%, y como en el caso de los bautismos, “ha habido aplazamientos”. Y la masificación “ha obligado a multiplicar las celebraciones, incluso a sacarlas de la eucaristía dominical, su momento propio”.
Emilio Vicente asegura que al no poder tener reuniones sociales y familiares masivas, “los padres van comprendiendo que el verdadero valor e importancia de la primera Comunión de sus hijos es su incorporación plena a la comunidad, a la Iglesia y a Cristo, y reduciendo el excesivo peso de aspectos secundarios ajenos al sacramento, como los regalos y banquetes”.
El mayor descenso ha tenido lugar en el sacramento del matrimonio, de un 90%, con 41 en total, y este responsable lamenta que los aspectos periféricos “han llegado a sobrepasar la importancia del sacramento mismo”. Sin embargo, “ha habido algunos novios que han valorado en su justa medida el paso que daban celebrando el sacramento en la fecha prevista, y dejando la celebración social con la familia y los amigos para cuando las circunstancias lo permitan”.
En relación al sacramento del perdón, aunque no hay cifras, el responsable de Liturgia insiste en que sigue siendo necesario, “y los sacerdotes estamos siempre disponibles, en los horarios establecidos y siempre que se pida”. Este presbítero también menciona las visitas a los enfermos en sus casas y en los hospitales, “y a los ancianos en las residencias, aunque en algunos momentos tuvieron que ser restringidas, precisamente con la pandemia se han intensificado”.
Los sacerdotes y demás ministros, siempre con las debidas precauciones, “hemos estado disponibles para llevar la comunión, administrar el viático y los sacramentos de la penitencia y de la unción a los enfermos y ancianos”, subraya. Es decir, “la Iglesia ha estado ahí para hacer presente al Señor al lado del que sufre y para proporcionarle la ayuda que necesita: fortaleza en la enfermedad, compañía en la soledad…”, matiza Vicente de Paz.
Vicente de Paz aclara que hace un año “vivimos momentos trágicos cuando muchos miembros de nuestras parroquias morían en circunstancias muy difíciles”. En este sentido, se celebraron funerales con muy poca asistencia o aplazados a los meses de verano. “La presencia y la oración de los sacerdotes en los velatorios y cementerios han sido un gran consuelo para los familiares en duelo, que se han visto acompañados por la Iglesia”, concluye.