04/12/2020
Mario Cabrera sintió que para ser feliz “tenía que seguir la llamada que le hacía el Señor.” Este joven, de 21 años, y natural de Cantalapiedra, realiza su segundo año de formación en el Teologado de Ávila, y quiere acercar su vocación coincidiendo con la celebración del Día del Seminario, el próximo 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción.
La Diócesis de Salamanca cuenta en la actualidad con cuatro seminaristas, dos en la etapa pastoral, Alfonso Hernández y Ciriaco García, que están destinados en las parroquias de Sancti Spíritus y Alba de Tormes respectivamente, y Mario Cabrera y Adrián Morales, en el Teologado de Ávila.
En el caso de Mario, tras finalizar la etapa propedéutica, este año ha iniciado sus estudios de Teología, con primero de Filosofía. “Desde hace varios años tenía por dentro esa sensación de que el señor me estaba pidiendo algo más, acabé el bachillerato e hice un año de Historia en la Universidad, pero me di cuenta de que ese no era mi camino, y que las cosas no tenían que ir por ahí”, relata al hablar de su vocación.
Decidió darse unos meses para el discernimiento, “y ver si el Señor quería otra cosa para mí”. Finalmente, asegura, tras unos ejercicios espirituales en Venta de Baños, en Palencia, “decidí dar el paso de entrar al seminario mayor“. Para su familia y amigos fue una sorpresa, “aunque es verdad que ellos sabían que estaba muy vinculado a la Iglesia”, pero Mario reconoce que este camino, “no lo elige todo el mundo, ni es algo a lo que todos están llamados, y se lo tomaron con cierta sorpresa al principio, y poco a poco lo han ido aceptando, y están contentos de verme feliz”.
Para Mario, los sacerdotes de su pueblo siempre han sido una referencia para él: “Me fijaba mucho en lo que hacían, la pastoral que llevaban, la celebración de la eucaristía, y siempre fue algo que me atrajo mucho, y en un momento determinado de mi vida tuve que decidir lo que quería hacer, y lo que el Señor me estaba pidiendo, que es estar con la gente, evangelizar, celebrar la eucaristía, estar con los que más sufren… “, enumera. Para este joven, esos fueron los motivos que le llevaron a dar el paso para entrar en el seminario, “y dedicar mi vida al Señor”.
Antes de iniciar este camino, Mario ya conocía muchas realidades de la diócesis, como la pastoral de los pueblos, de la ciudad, con los jóvenes, “te abren la mente y te llevan más allá de lo que puedas ver, porque hay gente muy necesitada en todos los aspectos, también del Evangelio, y es un poco lo que hemos intentado hacer, dar testimonio con nuestra vida de por qué estamos aquí y qué nos empuja seguir delante, que es seguir las huellas del Señor”.
Este joven seminarista cree que, si alguien siente esa misma vocación, “que se arriesgue a dar el paso, todo en esta vida da miedo, pero aunque sea con miedo, que lo haga”. Y se plantea, ¿cómo lo puede hacer?: “Hablando con algún sacerdote o alguien que le pueda aconsejar”, reitera. En cuanto a su día a día en el Teologado de Ávila, “nos levantamos en torno las siete de la mañana, después rezamos laudes y la oración personal; el desayuno a las 8:20, y nos vamos corriendo a clase, a la Pontificia, y volvemos, comemos y tenemos un ratito de siesta”, detalla. Por la tarde, se dedican a la formación y al estudio, “rezamos vísperas con eucaristía, la cena, las completas y nos vamos a la cama”.
La semilla vocacional de la diócesis ha contado este curso con una nueva incorporación al seminario, con Adrián Morales, de 33 años, y natural de Peñaranda de Bracamonte. Su primer paso es la etapa propedéutica, al igual que hizo Mario Cabrera el año pasado. “Llevo ya dos meses y medio tras hacer un discernimiento vocacional desde enero junto al rector del seminario, José Ángel Ávila, que me ha ayudado a dirigir mi trayectoria”, admite.
Este joven peñarandino habla de su discernimiento, “de ver lo que realmente quiero hacer con mi vida, si la quiero enfocar y dedicársela al Señor, o bien tomar otra alternativa”. Con sus primeros pasos en el Teologado admite sentirse “feliz”, en el periodo de adaptación, con el ritmo de clases, “pero con una experiencia positiva, estoy aprendiendo mucho y afianzando mi fe”. Asimismo, Adrián destaca lo que le une con sus compañeros de seminario, “porque queremos al Señor y estamos encaminados a una misión y a un objetivo que es que nos llama, esa es la clave por la que estoy aquí y quiero dar este paso”.
Adrián Morales procede de una familia de tradición cristiana, según sus propias palabras, “donde ha habido muchos sacerdotes, y mi padrino es una persona que también me ayudó bastante en mi discernimiento vocacional, y a dar este paso sin tener miedo, porque en la vida se van tomando decisiones, y hay veces que en momentos críticos necesitas ayuda de ciertas personas”.
Los meses anteriores a entrar en el Teologado, Adrián quiso estar cerca de los más necesitados, colaborando en el Comedor de los Pobres o en el ropero de Puente Ladrillo, “porque allí es donde ves realmente la miseria humana, la pobreza, y ves cómo hay personas que están peor que tú, que están pasando dificultades y más en tiempo de pandemia, y es donde el corazón se abre, donde escuchas, donde ves al Señor en el prójimo, en el que sufre, en el que lo pasa mal, y eso te hace reflexionar”. Este joven se plantea también, “¿cómo puedo quejarme si tengo ciertos privilegios?”, “y ahí es donde está el Señor, con esas personas que realmente están sufriendo”.
Y desde su testimonio, Adrián Morales anima a otros jóvenes, “que, si tienen dudas e inquietudes, les invito encarecidamente a dar el paso, ¿por qué no puedes ser tú otro pastor?”.