25/09/2020
Un total de 134 personas han encontrado “abrigo” en el proyecto de Ranquines, que nació hace ya tres años para atender una demanda necesaria en la provincia salmantina. Varias entidades religiosas hicieron posible la puesta en marcha de este recurso, que como señala su director, Francisco Berbegal, “los números hablan de cierta estabilidad en el proyecto”. Ya el primer año confirmamos que un proyecto de estas características “era necesario en la provincia de Salamanca”. Y con el segundo año de vida llegó la consolidación, “y con el tercero ha llegado la estabilidad”.
A lo largo de 2020, han atendido en el recurso a un total de 69 personas que solicitaron ayuda, de las que 65 han participado en las actividades del centro. De este porcentaje destaca el incremento de usuarios que llegan por iniciativa propia o familiar, el 26%, aunque más de la mitad, el 55%, lo hace a través de asociaciones privadas. Por sexos, la cifra de hombres y mujeres es similar, con un 65% de los primeros.
De las personas que pasaron por el centro, 33 estaban sin hogar o en exclusión social, y otros 7, en situación de vulnerabilidad por el aislamiento social. Cabe destacar que por la situación de pandemia y confinamiento se ha atendido a diversas personas con ansiedad o en proceso de duelo, que no son el perfil habitual. Berbegal recuerda que cuando terminaron el segundo año, “nos planteamos dos retos”. Por un lado, como argumenta esta responsable, cubrir la necesidad de vivienda de algunos de sus usuarios, “porque para la mini-residencia y los pisos de reinserción requiere de un presupuesto grande y no ha llegado ese momento, y hemos ideado otras estrategias”.
En concreto, a las personas con dificultades para alquilar una habitación o un piso por los gastos que supone, “los hemos animado a que varios de ellos compartan piso, y lo han hecho tres de ellos”. Y desde Ranquines, como explica su director, “los acompañamos en el proceso, e incluso garantizamos que si en algún momento dejan de tener ingresos, no afecte al resto del grupo”. Asimismo, adelanta que en las próximas semanas se sumará otro piso con varios compañeros que acuden al recurso en la actualidad.
El segundo de los retos era la ampliación de su trabajo al mundo rural, “porque el proyecto nació con vocación de responder a las necesidades de toda la provincia, no solo de la capital”. Pero como lamenta Francisco Berbegal, “por el tema de la pandemia ha sido complicado movilizarse y que las personas vinieran”. Pero pese a tener eso en contra, asegura que han atendido a 15 personas de municipios, “que suponen casi el 23% del total“.
En cuanto a su labor durante el periodo de confinamiento, que en parte ha marcado este tercer año de andadura, “fue un impacto muy grande”. El equipo de Ranquines empezó a organizarse y analizar qué apoyo necesitaban las personas que atendían. “Algunos pedían ayuda en la alimentación, otros para la medicación…. porque para nosotros el gran objetivo era que la pandemia y el confinamiento no fueran una causa de desastre o desorientación psicopatológica”. Cada día, los profesionales de este recurso les llamaban por teléfono, “y eso les mantuvo con un contacto muy directo y estar al día de cómo se encontraban”.
José Antonio acude al recurso de Ranquines desde hace 10 meses: “Vine porque soy ansioso depresivo, tenía problemas con la comida, comía mucho por ansiedad”, comenta. En su día a día le agobia no poder comer muchas cosas. De lunes a viernes acude al centro de diez de la mañana a cinco y media de la tarde, “los fines de semana se me hacen agobiantes, sobre todo los domingos, que se me hacen muy largos”, confirma. Este usuario reconoce que en Ranquines ha encontrado “algo que pensaba que no existía”, y lo que más valora es que le puedan escuchar, “y poder mantener la mente ocupada”, a través de los talleres y las actividades diarias.
En los meses que lleva en el centro, y especialmente durante el confinamiento, José Antonio ha descubierto que le relaja hacer mandalas, “tengo más de 200 hechos, así como ocho libros de tareas cognitivas”.
Un pilar importante en Ranquines son su veintena de voluntarios, como el caso de Blanca, de 20 años, integrante del grupo Molokai. “Este verano me ofrecieron tener una experiencia en este centro, donde ya me he quedado como voluntaria, y está siendo una experiencia muy buena”, admite esta joven. En el tiempo que lleva acudiendo al centro cree que ha aprendido un poco más “sobre los problemas de salud mental y poder ayudarles en los momentos en los que necesitan una persona que esté allí con ellos”.
Entre las tareas de esta voluntaria está el reparto del desayuno, acompañamiento en las primeras horas de la mañana, donde comparte con ellos cómo se sienten, “escucharlos es lo que más necesitan”, y como Blanca admite, “una de sus principales tareas”.
Más información: https://ranquines.org/