11/06/2020
Las huellas de San Juan de Sahagún, patrón de la ciudad y de la Diócesis de Salamanca, siguen muy presentes en las calles de Salamanca. Sus milagros dieron nombre a algunas de ellas, como Pozo Amarillo o Tentenecio. Cada 12 de junio, se celebra su festividad, con una eucaristía en la Catedral Nueva, a las 12:00 del mediodía, que en esta ocasión, por la crisis sanitaria de la covid-19, será en la Vieja y con un aforo limitado a 200 personas. Esta tarde, víspera de la fiesta, el obispo de la Diócesis de Salamanca, Carlos López Hernández, presidirá una eucaristía a las 19.30 horas en la iglesia que lleva su nombre. En este caso el aforo está limitado a 95 personas y en el momento del ofertorio se llevará a cabo la tradicional ofrenda floral al Santo y patrón de la ciudad de Salamanca por parte del Consistorio salmantino.
Sirva esta celebración para recordar la figura de San Juan de Sahagún, quizás aún desconocida para algunos, pero de vital importancia en la historia de la ciudad. En el altar mayor de la Catedral Nueva reposan sus restos en una urna de plata para su veneración, junto a los de santo Tomás de Villanueva, ambos agustinos.
El padre agustino Jesús Torres cuenta una anécdota al respecto: “La urna de San Juan de Sahagún fue custodiada con tres llaves, y dice la historia que esas llaves se repartieron entre tres instituciones para que no se pudiera abrir individualmente”, subraya. Y según parece, una está en el Ayuntamiento de Salamanca, otra en la Diócesis y la tercera, en poder de los Agustinos, “y todo indican que podría estar en el Monasterio de El Escorial”.
Torres también relata que la urna se ha abierto varias veces, “la última en 1979, en el V centenario de su muerte, por varios motivos, entre ellos, para certificar sus restos, y se sacaron algunos de sus huesos, que se llevaron a la iglesia de San Juan de Sahagún, y que se conservan en una urna bajo su altar”.
El padre Jesús Torres recuerda la figura de San Juan de Sahagún como “un gran predicador”, agustino de mediados del siglo XV, “que llegó desde su localidad natal, Sahagún, a estudiar a Salamanca”. Después volvió como sacerdote y comenzó a destacar por sus dotes para predicar, y a sentir su vocación de religioso. “El tema principal de sus predicaciones en ese tiempo era intentar conseguir la paz en Salamanca, ya que a mediados del siglo XV era un auténtico hervidero, una ciudad muy violenta, con varios bandos, y que llegó a ser tan grave la violencia, que incluso en aquella época se estuvo a punto de trasladar la sede de la Universidad”, relata este padre agustino.
Fue entonces cuando Juan de Sahagún se posicionó como “el gran pacificador de los bandos enfrentados”, subraya Torres, “y llegará el momento en el que el objetivo principal de su prédica y su misión será ese”. El religioso apunta que su misión principal fue “intentar conseguir la paz en Salamanca, porque la concordia era la clave”. Y consiguió la paz entre los bandos, como destaca este agustino, “una paz que se firmó en una casa en el año 1476, en la calle San Pablo, donde aún se conserva un letrero en latín que recuerda aquel momento y que dice, ‘La ira engendra odio y que la concordia engendra amor’“. Y de esta forma quedó sellada la paz conseguida por San Juan de Sahagún, “por sus méritos, oraciones y prédicas”.
Este fue uno de los motivos, entre otros, por el que sería declarado patrono de Salamanca, “y en ese espacio de tiempo entró en los Agustinos, porque él era sacerdote, del clero secular”, algo que como marca Jesús Torres, cuenta el Padre Cámara en la biografía que escribió de San Juan de Sahagún. En su publicación cuenta cono el santo agustino enfermó gravemente y le llevaron al hospital que se encontraba en el Patio de Escuelas, “su enfermedad prometía poca salvación, y visto en esa necesidad y apuro, él hace un voto, una promesa, que si sale vivo de esa operación, entrará en el convento de mayor observancia de la ciudad, situado muy cerquita del hospital”, detalla al referirse al antiguo convento de San Agustín, “en la actualidad sus ruinas se encuentran en lo que conocemos como el Botánico”.
Fue en ese convento de San Agustín, como resalta Torres, donde empezó a obrar, e incluso en vida, “algunos de sus más importantes milagros”. Y allí vivió, murió y estuvo enterrado. De San Juan de Sahagún también dice que fue un hombre sencillo pero muy cultivado en la Universidad, “que trajo la paz a Salamanca, y que le costó muchas veces amenazas de muerte, persecuciones, etc. “. Asimismo, insiste en que su fuerza la sacaba de la oración y de la celebración de la eucaristía, “esta última la vivía con mucha intensidad y espiritualidad, y se pasaba horas celebrando la misa”. Incluso dicen, narra este agustino, que dialogaba con el mismo Jesús en persona, “parecía que entraba en una comunión total con Él”.
Torres cree que su espiritualidad y su vida activa, “le venía sin duda de la eucaristía, por eso muchas veces se le representa sujetando un cáliz”. Por otra parte, resalta del patrono de la ciudad su aspecto caritativo y su preocupación por los más débiles, “los más vulnerables y menesterosos”. San Juan de Sahagún murió relativamente joven, con 49 años, “y se le entierra debajo del coro de la iglesia del convento”.