ACTUALIDAD DIOCESANA

06/06/2020

Santísima Trinidad, una llamada a la vida en el Espíritu

Artículo del sacerdote diocesano José Carlos López Alejo, miembro del Servicio diocesano para los Monasterios de Vida Contemplativa, con motivo de la Jornada Pro Orantibus que la Iglesia celebra el domingo 7 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad

 

Siempre que tengo que hablar o escribir sobre la vida contemplativa recuerdo aquella carta que escribe san Juan de la Cruz a las Carmelitas descalzas de Beas, donde él es dice que ya está todo dicho, en fin, él lo dice mucho mejor: «… El no haber escrito no ha sido falta de voluntad, porque de veras deseo su gran bien, sino parecerme que harto está ya escrito para obrar lo que importa; y que lo que falta, si algo falta, no es el escribir o el hablar, que esto antes ordinariamente sobra, sino el callar y obrar.  Porque demás de esto, el hablar distrae, y el callar y obrar recoge y da fuerza al espíritu. Y así, luego que la persona sabe lo que le han dicho para su aprovechamiento, ya no ha menester oír ni hablar más, sino obrarlo de veras con silencio y cuidado, en humildad y caridad y desprecio de sí; y no andar luego a buscar nuevas cosas, que no sirve sino de satisfacer el apetito de lo de fuera, y aún sin poderle satisfacer, y dejar el espíritu flaco y vacío sin virtud interior…» (Granada, 22 de Noviembre de 1587)

Y es que la dimensión contemplativa es una llamada a todos los creyentes, una respuesta de fe, esperanza y amor con la cual nos abrimos a la revelación y a la comunión del Dios vivo por Cristo en el Espíritu Santo. Afirma Pablo VI“El esfuerzo por fijar en Dios la mirada y el corazón, que nosotros llamamos contemplación, se convierte en el acto más alto y más pleno del espíritu, el acto que hoy todavía puede y debe coronar la inmensa pirámide de la actividad humana” .

Ya santo Tomás de Aquino se preguntaba si puede la vida contemplativa del hombre, en el estado presente, llegar a la visión de Dios (cuestión 180). Pues bien, a esto estamos llamados. Y ya de muchas maneras se afirma que el discípulo, si no tiene vida interior, experiencia de encuentro personal con el Señor, no puede vivir autentica vida cristiana, no puede configurarse con Cristo cuyo deseo siempre era agradar al Padre.

 

Poner la mirada en los contemplativos

Por eso esta Jornada “Pro orantibus”nos invita a poner la mirada en aquellos en cuya existencia  se han comprometido a ser portadores del Espíritu (pneumatophóroi), hombres y mujeres auténticamente espirituales, capaces de fecundar secretamente la historia con la alabanza y la intercesión continua, viviendo con radicalidad los consejos evangélicos, con solo propósito: transfigurar el mundo y la vida en espera de la definitiva visión del rostro de Dios (Cf. VC 6).

Nos cuenta uno de los biógrafos del santo, Tomás de Celano, que San Francisco de Asís hubiera querido que se insertasen en la Regla estas palabras: «El Espíritu Santo es el Ministro General de la Orden». Impresionante intuición la del ‘poverello’ de Asís, porque sin la vida espiritual, sin interioridad, todo queda vacío de contenido. Así sucede hoy con tantas actividades de la Iglesia.

San Francisco insistió tanto en la necesidad de tener el Espíritu del Señor que sus hermanos terminaron preguntándole: ¿cómo se puede saber si se tiene el Espíritu del Señor? Y he aquí la respuesta del Santo: «Así se puede conocer si el siervo de Dios tiene el Espíritu del Señor: si, cuando el Señor obra por medio de él algún bien, no por eso su carne se exalta, porque siempre es contraria a todo lo bueno, sino que, más bien, se tiene por más vil ante sus propios ojos y se estima menor que todos los otros hombres» (Admonicion 12)

Cultivar la vida interior

El primero de los frutos del cultivo de la interioridad es el descubrimiento de ‘estar habitados’, así, Etty Hillesum, afirma en su Diario: ”si escucháramos solo un poco esta voz interior, si probaramos solo hacerla resonar dentro de nosotros, habría mucho menos caos”. Porque ella tiene la certeza de que todo esto se logra después de un trabajo paciente y cuyo fruto es un verdadero descanso. Por eso afirma: ”si luego de un laborioso proceso que ha significado un trabajo de cada día, podemos abrir una vía a la fuente originaria que tenemos dentro, y que yo llamo ‘Dios’, y si luego logramos que esta vía permanezca siempre libre, trabajando en nosotros mismos, entonces la renovaremos continuamente y no tendremos que preocuparnos de agotar nuestras fuerzas”.

Y es Edith Stein, la santa conversa judía asesinada en Auschwitz por los nazis, quien afirma que “el hombre está llamado a vivir en su interior. Y a medida que el alma se acerca a su fondo más íntimo, es Dios quien obra todo en ella”.

Pero esta vida interior ha de ser fecunda para llevar al mundo entero la Buena Noticia, Jesucristo, por eso de nuevo es Etty Hillesum quien nos da luz cuando exclama en una carta a su amiga Henny Tideman, antes de ir, también ella, morir a Auschwitz: ”Tú que me has enriquecido tanto, Dios mío, permíteme también dar a los demás, a manos llenas. Mi vida se ha convertido en un diálogo ininterrumpido contigo, en una única y larga conversación”.

La experiencia vivida como fruto del cultivo de la interioridad abre nuestra conciencia a la realidad de sentirnos amados. Esta experiencia constituye una certeza profunda en los místicos, que como en el caso de Juan de la Cruz se expresa de modo elocuente en la Llama de amor viva:

¡Cuán manso y amoroso / recuerdas en mi seno / donde secretamente solo moras, / y en tu aspirar sabroso / de bien y gloria lleno, / cuán delicadamente me enamoras!

Son los obispos de la Comisión Episcopal de la Vida Consagrada quienes nos proponen este año como lema para esta Jornada: “Con María en el Corazón de la Iglesia”. Son nuestros pastores quienes afirman en su mensaje para esta jornada: “La vida contemplativa –como María en medio de la comunidad discipular, como el corazón en el centro del cuerpo humano– permanece «escondida» de todo y de todos, pero presente en todo y en todos’. Y ojalá así lo vivamos en nuestra Diócesis de Salamanca en este día recordando y estando muy cerca de todos los contemplativos que viven esta Iglesia particular.

 

J. Carlos López Alejo, miembro del Servicio diocesano para los monasterios de vida contemplativa

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