07/06/2020
Con el inicio de la pandemia, a mediados de marzo, las Hermanas de la Consolación, ubicadas en el barrio de San José, tenían claro que iban a seguir estando al lado de los más vulnerables, “que es donde tenemos que estar más presentes, y es lo que hizo Jesús, no pasar de largo, no dar rodeos”, apunta la hermana Pilar Sánchez Medina.
En la actualidad, en su centro social María Rosa Molas atienden a 201 familias, con un incremento de 30 más desde la llegada del virus a nuestras vidas. Los casos que atienden son derivados por la trabajadora social del Banco de Alimentos, tras detectar su vulnerabilidad. El reparto lo realizan durante cuatro días cada mes, como detalla esta religiosa, a diferencia de su actividad cotidiana previa a la pandemia que era recibir a familias a diario, de lunes a viernes.
“Ahora citamos a las familias por teléfono, una cada cinco minutos, unas 50 cada día, para que no coincidan”, subraya. Los cerca de 25 voluntarios han tenido que quedarse en casa estos meses debido a sus edades, mayores de 60, y por lo tanto, población de riesgo”. Pilar Sánchez apunta a la disponibilidad de personas jóvenes que han querido ayudar a los demás, “sobre todo estudiantes, o gente que teletrabaja y tiene mayor flexibilidad”. Para esta tarea cuentan con entre 8 y 10 personas.
Con esta nueva dinámica de atención, se cubre lo material, pero las religiosas echan de menos poder atender más la escucha, “que intentamos paliar por teléfono”. La hermana responsable del centro, Inés Rodríguez, llama a las familias, las pregunta y las da cita para cada mes para que recojan los alimentos.
En cuanto al perfil de las personas que atienden, como describe Sánchez Medina, son tanto españolas como migrantes, “es variado, algunas con hijos, madres solas con sus hijos, etc. “. Ellas siguen atendiendo a las familias que ya necesitaban su ayuda más las que se han incorporado como nuevas, “algunas que se habían dado de baja de este servicio y han vuelto”.
Pilar resalta la labor de Cruz Roja España, “que en el pico más alto de la pandemia era quien atendió los casos más fuertes, con bonos de supermercado, etc, y fueron voluntarios de esa organización los que vinieron al principio a ayudarnos”.
Pilar Sánchez asegura que las familias se sienten muy agradecidas, “también de tener a quien poder contar cómo han llevado este tiempo y su situación, porque hay casos crónicos, de enfermedad, de paro… son toda una problemática, de inmigración, de soledad, con niños…”. Y estas religiosas tienen muy presentes que la problemática, “es más que el alimento”. En reparto de junio lo comenzaron ayer jueves, y seguirán este viernes, el lunes, y el martes. “En septiembre esperamos volver a la normalidad, y a una distribución más pausada, con más espacio para la escucha y cinco voluntarios cada jornada”, determina esta hermana de la Consolación.
Ahora mismo, la distribución de alimentos es ágil, “con medidas de distanciamiento, tenemos una mesa fuera que es donde repartimos los alimentos”. Esta religiosa de la Consolación es consciente de que el papel de la Iglesia ahora es estar cerca de las personas, “sientes que en cada persona estamos todos, toda la humanidad y el misterio, y lo que podamos hacer por cada uno de ellos, personas con sus nombres y apellidos, que sean importantes, y aportar nuestro granito de arena”.
A sus jóvenes voluntarios siempre les transmiten que el deseo de generosidad y gratuidad “es lo que más nos llena”, “y poner su corazón en nuestras manos, y en cada persona que nos encontramos, Él no da mucha fuerza”.
En cuanto al tiempo de crudeza vivido, esta hermana de la Consolación cree que la debilidad “deja aflorar mucha fortaleza y esperanza, mucho bueno de los que albergamos”. Y ella tiene claro que no estamos solos, porque Dios siempre está presente.