02/06/2020
Como sabéis mi trayectoria en la residencia afortunadamente es larga. Durante estos años en ningún momento se me ha pasado por la mente que fuera a vivir una situación como la que hemos y estamos pasando. Sentimientos encontrados a flor de piel, con situaciones difíciles y muy difíciles. Que me hacían sentir impotencia y rabia, por un lado y, por otro, tristeza y ganas de llorar en momentos en los que no podía hacerlo. Viendo lo que les estaba ocurriendo a los residentes, que para mí son personas muy allegadas a las que le tengo un cariño especial. Primero porque son personas y segundo porque he compartido mucho tiempo de mi vida con ellos y eso hace que les tenga mucha estima. Al igual que la preocupación por mis compañeras por la situación que han estado viviendo a nivel personal.
El pilar fundamental que me ha ayudado a superar los momentos difíciles ha sido mi fe, mi confianza en Dios. Sentía cómo me empujaba para seguir adelante y me daba esa fuerza que necesitaba en cada momento.
Estoy segura que gracias a esa fuerza y el apoyo que he tenido de compañeros y compañeras me han ayudado a llevarlo un poco “mejor”. Gestos y palabras de cariño, tanto de unos como de otros. Para que, entre todos, pudiéramos sacar adelante a nuestros mayores. Diciéndoles una palabra de aliento, una caricia, un “apretón de manos”.
Las facciones de su cara no se me olvidarán nunca. Porque como dicen: “una imagen vale más que mil palabras”.
Deciros que ha sido inevitable que se me saltaran y se me salten las lágrimas cuando recuerdo a los que nos han dicho adiós para siempre. A quienes echo de menos. Estoy segura que allí donde estén nos ayudarán y nos darán fuerzas necesarias para seguir adelante.
Esperemos que todo esto pase pronto. Quedémonos con las cosas positivas que estoy segura que las ha habido y juntos podamos celebrarlo.