ACTUALIDAD DIOCESANA

03/04/2020

“El miedo, el nerviosismo y la preocupación no pueden paralizarnos”

Testimonio de Loly Gómez, auxiliar de enfermería en la Residencia diocesana de Salamanca.

 

Me llamo Loly y trabajo como auxiliar en la Casa de la Iglesia desde hace diez años. Me encanta esta profesión porque la encuentro muy gratificante.

Soy una persona optimista, que trato de poner el corazón y una gran sonrisa a todas las situaciones que se nos van presentando en el día a día junto a los residentes. Me considero afortunada por pertenecer a este equipo de grandes profesionales, especialmente en estos días de dificultad.

En estos diez años han sido muchas las circunstancias que, como equipo, hemos tenido que enfrentar. Sin embargo, no recuerdo un momento tan duro como el que he vivido a lo largo de este mes. Esta situación, unida con la preocupación por la salud de los residentes y las compañeras, hacen que nuestro corazón se vea afectado y,  a veces, afligido por las noticias que nos llegan.

Los primeros días tuve miedo, un sentimiento muy humano, pero que me hacía estar perdida y me hacía cuestionarme si podría hacer mi trabajo en un momento tan difícil, pero en el que, a la vez, era más necesaria que nunca.

Tras hacer en la Residencia un turno de noche con muchas dificultades, me fui abatida a mi casa. Después de descansar unas horas, reflexioné sobre lo que nos ha tocado vivir y saqué la conclusión de que el miedo, el nerviosismo y la preocupación no podían paralizarme porque tanto los residentes como mis compañeras me necesitaban fuerte y, como siempre, pero más que nunca, al pie del cañón.

Mi optimismo natural me ayuda mucho y siempre intento ver algo positivo dentro de estas circunstancias de tanto dolor y busco arrancar sonrisas, hacer uso del buen humor que, si bien no curan ni quitan la preocupación, desde luego, alivian y ayudan a que cuantos estén a mi alrededor se sientan a gusto y realicen sus labores, cada uno la que tenga encomendada, lo más cómodamente posible dentro de las dolorosas circunstancias que nos ha tocado vivir.

Cuando llego a mi casa, con mi familia, doy gracias a Dios por las personas a las que he podido atender y por las que se dejan la piel, con las que trabajo codo con codo, y le pido que las fuerzas no flaqueen y me ayude a afrontar cada día con optimismo y fortaleza, sin dejar de poner amor en todo lo que haga.

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