ACTUALIDAD DIOCESANA

24/03/2020

Constructores de confianza… hasta el final

Con motivo de la próxima Jornada por la Vida, que la Iglesia celebra cada 25 de marzo recordando el comienzo de la vida humana de Jesús, los obispos españoles vuelven a insistir en su más que valiosa aportación al bien común publicada a finales del pasado año, el documento “Sembradores de esperanza: acoger, proteger y acompañar la etapa final de esta vida”. El texto está bien apegado a la realidad que vivimos enfermos y sanitarios en el día a día, aborda las cuestiones fundamentales, no rehúye los dilemas éticos que se suscitan e intenta responder a las preguntas que surgen al final de la vida. Conocerlo y, sobre todo, ponerlo en práctica, es una tarea para cuantos en la Iglesia estamos al pie de la cruz de los enfermos.

Curar, aliviar, consolar

Como ejemplo al que mirar, en el número 720 de Comunidad, hace pocas semanas, la sección A fondo nos presentaba la Unidad de Cuidados Paliativos del hospital de Los Montalvos, donde, sin duda, se siembra esperanza. Cuando ya no se puede curar, lo que los pacientes consiguen solamente a veces con la ayuda de los profesionales de la salud, allí a menudo se logra aliviar el dolor de tantas clases y causas y, siempre, se procura consolar. Se pone suelo, compañía, esperanza en definitiva, a un final inevitable, la muerte, que nunca hace perder la dignidad inherente a cada persona. “Esperanza firme que se tiene de alguien o algo” es como la Real Academia Española define la confianza, núcleo esencial de la relación del médico con el paciente y condición indispensable para que este vínculo tenga sentido y continuidad. Nuestro Código de Deontología Médica aprobado en 2011 por la Organización Médica Colegial de España determina que “la asistencia médica exige una relación plena de entendimiento y confianza entre el médico y el paciente” y establece que “la principal lealtad del médico es la que debe a su paciente y la salud de éste debe anteponerse a cualquier otra conveniencia”. El Código, tal y como proclama su preámbulo, “sirve para confirmar el compromiso de la profesión médica con la sociedad a la que presta su servicio” y están codificadas “sólo aquellas conductas y situaciones que sean asumidas por la mayoría de la colegiación”.

Atención médica al final de la vida

En este contexto cabe el capítulo VII, dedicado a la atención médica al final de la vida, en el que se prima el bienestar del paciente sobre una rechazable obstinación terapéutica, se contempla un posible acortamiento de la vida del paciente bajo el principio del doble efecto al aplicar tratamientos que busquen alivio de síntomas refractarios (caso de la sedación paliativa en la agonía), se refleja la atención a las voluntades anticipadas o testamento vital, y se afirma que “el médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste”. En el borrador para la mejora y actualización del Código hecho público a finales de 2018 esto se expresa de otra manera igualmente clara citando sendas prácticas defendidas por algunos partidos políticos y colectivos sociales: “El médico nunca provocará ni colaborará intencionadamente en la muerte del paciente. No realizará eutanasia ni colaborará en la práctica del suicidio asistido”.

Construir la confianza entre médico y paciente se asienta en estos principios éticos, más allá de las creencias religiosas o ausencia de ellas de uno y otro, por lo que, ante el iniciado trámite parlamentario de una ley de eutanasia, cuyos promotores aspiran a convertir en derecho individual, es necesario exponer con firmeza que esta práctica en ningún caso puede encajar como un acto médico ajustado a la deontología profesional. La eutanasia pone en cuestión la naturaleza humanista y científica de la Medicina, una profesión “al servicio del ser humano y de la sociedad” desde los principios generales de que “respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad son los deberes primordiales del médico”. ¿Después de tantos siglos de Medicina es prudente ahora legislar para desnaturalizarla? ¿Acaso no es más justo y más humano sembrar la esperanza y construir la confianza hasta el final?

 

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