22/12/2019
¿A que nadie entendería unas Fallas sin fuego, unos Sanfermines sin toros o un Lunes de Aguas sin hornazo? Pues tenemos ante nosotros una nueva Navidad que para muchos será simplemente algo que se puede definir con ese aséptico y genérico término de “Fiestas”.
Porque millones de personas en el mundo, y miles en nuestra Diócesis de Salamanca, van a vivir una Navidad 0,0, extra ligera pese a los atracones, una Navidad sin estrella a la que seguir ni ángeles cuyo anuncio escuchar, una Navidad sin Jesús.
El riesgo es contagiarnos y, por no molestar, dejar a Jesús fuera de los encuentros familiares. Mejor evitar una oración, arrinconar el belén o ni ponerlo, cantar villancicos que exalten más a la nieve y a la magia que a María y a José…
El riesgo es contagiarnos y, por no molestar, dejar a Jesús fuera de nuestros gestos solidarios. Mucha generosidad, mucho esfuerzo, muchos alimentos y juguetes, pero sin dar lo más grande que tenemos, el anuncio de un Dios que nace para salvarnos.
El riesgo existe, nos rodea una Navidad sin Jesús y a menudo cuesta ir contra corriente, pero estamos a tiempo de vivirla con Él y para Él, el único que nos hace plenamente felices y alegres. Porque, ¡qué diferente es todo cuando uno sabe realmente la razón de su alegría!