25/11/2019
La soledad no deseada se ha convertido en un problema de salud pública, que algunos denominan “epidemia”. En Salamanca, la sufren de forma especial el colectivo de personas mayores, bien en sus casas o en las residencias.
¿Cómo aborda la Iglesia salmantina esta realidad? De diferentes maneras y en especial, desde las parroquias. Precisamente, son muchos de sus feligreses los que atraviesan por esta situación. El perfil se repite, personas viudas, más mujeres que hombres, y de avanzada edad, entre 80 y 90 años, o más.
Son numerosas las iniciativas que se desarrollan en la diócesis para aliviar la soledad de las personas, muchas de ellas, unidas a la Pastoral de la Salud, con visitas a enfermos o personas que viven solas a través de los voluntarios. El responsable de esta delegación, Fernando García, confirma que este tema es una prioridad, tanto a nivel nacional como regional dentro de la Iglesia. “Se tiene presente en la reflexión y en la práctica de la los grupos parroquiales, los voluntarios, y de quienes trabajan en hospitales y residencias en la pastoral de la Salud”. Este sacerdote asegura que la soledad no deseada, “es una dolencia que afecta tanto a los enfermos de larga duración, a los ancianos con escasa o nula movilidad en sus casas, y a los que viven en residencias, donde carecen con frecuencia de la calidez de una relación personal propia”.
Bajo su punto de vista, la soledad, no solo es de los mayores, sino que también afecta a los adolescentes y jóvenes, “requiere de un tratamiento de larga duración, interdisciplinar, no sólo dirigido a las personas concretas que la padecen sino a las causas que lo provocan en la cultura y la forma de vivir dominantes en nuestras sociedades superdesarrolladas”.
Cabe destacar la labor de Cáritas diocesana en las diferentes unidades pastorales y parroquias bajo el proyecto “Envejecemos en común”. En la capital, en un total de nueve parroquias se desarrollan talleres de estimulación cognitiva, donde se reúnen un par de días cada semana, durante dos horas, y en el alfoz, en Villamayor.
En la parroquia de El Milagro de San José cuentan con un centro de respiro familiar cada tarde, desde las 16.30 horas, y en el alfoz, en Villamayor.
“Envejecemos en común’ surgió en el año 2008, como apunta la técnica de Cáritas responsable, María José Castro, “cuando entre las personas que iban a misa se dieron cuenta de que muchos vivían solas, y surgía la necesidad de acompañarlas al médico, porque sus familiares no podían, etc.”. A estos talleres y actividades acuden en torno a 207 personas, en su mayoría, como detalla Castro, “octogenarias y nonagenarias”.
Para desarrollar esta tarea es fundamental la colaboración de los voluntarios, con 54 en total en las diferentes parroquias, así como estudiantes en prácticas de animación sociosanitaria y psicopedagogía. El grupo que acude a los talleres suele ser de unas 25 personas, que trabajan en estimulación cognitiva a través de manualidades, “siguiendo los tiempos litúrgicos”, la gimnasia, el bingo o teatro, entre otras tareas.
En las nueve parroquias siguen un mismo calendario de actividades, de memoria, educación para la salud, orientación de realidad, espacio-tiempo, etc. Como aclara la técnico de Cáritas, “el objetivo es que tengan algo que les motive para salir de casa, así como relacionarse con gente del barrio”. Asimismo, cada trimestre celebran convivencias por arciprestazgos, con actuaciones de teatro compartidas, entre otras propuestas. “Queremos prevenir la soledad, que se relacionen con gente y a la vez, tengan un envejecimiento activo y saludable”, subraya Castro.
Cada lunes y jueves, en los salones parroquiales del Nombre de María, en El Rollo, tiene lugar el taller para mayores que coordina Cáritas, entre las cinco y las siete de la tarde. En la última sesión acudieron 18, con alguna baja de última hora. A esta iniciativa acuden personas que pertenecen a la Unidad Cristo, Luz de los pueblos, en concreto, 17 mujeres y un hombre, Claudio. El grupo tiene entre 70 y 94 años, en su mayoría viudas, algunas desde hace décadas, otras más recientes que alivian la falta de su pareja con esas dos horas de compañía y entretenimiento.
Cada tarde realizan una tarea, y muy variado, desde manualidades, como recortar copos de nieve, subrayar las ‘a’ en una poesía o hacer un poquito de gimnasia, entre otras. Las paredes están decoradas con sus trabajos, en esta ocasión, vinculados al otoño y al frío. A media tarde, llega el turno de la merienda, que suele ser un café acompañado de una magdalena, y cuando celebran algún cumpleaños, lo cambian por el chocolate.
(Puedes leer el reportaje completo en la edición impresa de Comunidad, la revista oficial de la Diócesis de Salamanca). ¿Quieres suscribirte? lo puedes hacer en este enlace