29/09/2019
Cuál es el valor real de una “campaña” en la vida ordinaria de una parroquia, de una delegación, de un movimiento…? A lo largo del curso estamos “bombardeados” por campañas, que nos animan a ser más diocesanos, o a ser más misioneros, a incrementar nuestra conciencia y solidaridad, a querer más a los monasterios de clausura, a tomarnos más en serio los medios de comunicación, a valorar al seminario, a subrayar tal o cual aspecto de la pastoral de la salud… 23 son las campañas que figuran en la lista que la conferencia episcopal española anuncia bajo el título: jornadas y colectas en España. Y encima, todas estas campañas dentro de un marco verdaderamente nuclear e importante: el año litúrgico. A veces, lo confieso, me salto algunas de estas jornadas y colectas, porque pienso que son excesivas, reiterativas, infecundas, quizá pueda dar la sensación de que “estorban” a la vivencia y celebración del año litúrgico…y que pueden cansar al pueblo de Dios e incluso pueden dañar las “arcas” de la parroquia ¿No te pasa a ti también?.
Y es que, como ocurre en el mundo de la enseñanza: al principio de curso cada profesor deja caer que su asignatura es la más importante del currículo. Y depende de en qué delegación estés y trabajes, para ver toda la pastoral desde ese prisma. Así somos. Un ejemplo: yo he pasado por tareas del Seminario, de la pastoral universitaria, de la pastoral juvenil… En esos campos estoy bien concienciado. Pero, ¿lo estoy también en el mundo de la cárcel, de la salud, de las misiones, de los medios, de la catequesis…? Todo es importante. Y por eso, las campañas tratan de hacernos vivir en un determinado espacio de tiempo, normalmente corto e intenso, lo que deberíamos desarrollar en profundidad a lo largo de los 365 días de nuestro año pastoral.
Pero tengo para mí que lo que el Papa Francisco pretende al convocar el Mes Misionero Extraordinario (MME) es -permitidme la expresión reiterativa- mucho más que una “campaña” más. El Papa lo que nos propone es que pasemos de la campaña a la acción estable; del hacer cosas en una determinada dirección misionera a convertirnos plenamente en lo que somos: misioneros.
Tenemos ante nosotros una oportunidad única para pensar, para leer, para rezar, para revisar, para programar, para descubrir (todos los verbos que uso en este elenco son importantes) que, gracias al Sacramento primordial del Bautismo, hemos sido consagrados como profetas, sacerdotes y reyes y que esto tiene una vinculación íntima con la misión de Jesucristo y unas consecuencias muy prácticas en nuestra vida al participar en la misión de la Iglesia. Bautizados y enviados: ambas palabras forman un binomio que no se puede separar. Es imposible un bautizado que no sea misionero (de cerca o de lejos) y no se sienta enviado. Y es inviable un envío que no esté vinculado con la esencia más profunda de nuestra identidad de creyentes que brota del Bautismo.
Participar personalmente, pero sobre todo comunitariamente, en uno o varios actos que la Comisión diocesana para el Mes Misionero Extraordinario ha elaborado, es por tanto no sólo un ejercicio de comunión, sino una oportunidad que no podemos dejar de vivir para despertar, ahondar y mejorar nuestra esencia de bautizados y misioneros.
Me encantaría que, en nuestras parroquias y delegaciones, a la hora de ir convocando y poniendo en marcha todas las tareas del nuevo curso pastoral: lo social, la catequesis, la liturgia, la formación, la oración…, pudiéramos presentar vivamente este mes y decidir junto a nuestros grupos a qué actividad vamos a ir y programar el inicio del nuevo curso en función de esa programación. Sería toda una señal de una Iglesia que desea ser misionera, que quiere tomar conciencia de la necesidad imperiosa de promover una pastoral misionera “en salida” y que, juntos los sacerdotes, los religiosos y los laicos, tomamos conciencia de nuestra “misión compartida”. ¿Y si este año damos un paso más en nuestras áreas de acción pastoral? ¿Y si, además de hablar de la necesidad de ser misioneros, creamos un grupo misionero en nuestra comunidad con aquellas personas que quieran “romperse los cuernos”, darle vueltas y rienda suelta a la creatividad para pensar, proyectar… acciones misioneras de primer anuncio en la calle, en el barrio, en el pueblo, en la universidad, en el colegio, en el hospital, en las plazas, en el teatro, con los novios, con los padres de los niños que son bautizados o de primera comunión o confirmación, con los jóvenes… Como dice un buen amigo misionero: “aquí, en España, hablamos mucho de la misión, pero no creamos grupos misioneros. En Latinoamérica no hablan tanto, pero es raro encontrarte una parroquia que no tenga un grupo que está constantemente pensando qué hacer y cómo hacer con los que no vienen a la iglesia”. Pues eso: aprovechar esta hermosa oportunidad que nos regala el Papa a toda la Iglesia.