ACTUALIDAD DIOCESANA

08/04/2019

“Desde pequeño me enseñaron a creer en un Dios que es amor, una manera de tener esperanza siempre”

Para aquellos que no conozcan a Abraham Coco, el joven pregonero de la Semana Santa de Salamanca de 2019, sirvan unas pinceladas sobre su persona. Es periodista de profesión y vocación, de los de raza y corazón. Pero si de algo está orgulloso es de ser cofrade, de la Cofradía del Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía Redentora, aunque se siente un poco de todas las demás, porque las conoce y las siente como propias. El próximo 9 de abril, a las 20:30 horas, se subirá al escenario del teatro Liceo para anunciar la llegada de los días Santos, donde abrirá su corazón a todos los cofrades desde la humildad que le caracteriza. Fue bautizado en la parroquia de San Pablo pero María Mediadora se convirtió en el germen de su vida cristiana, donde tomó la Primera Comunión de la mano del sacerdote diocesano Domingo Martín, pasando su adolescencia, también con Leo Ramos, y con un catequista, Javier Blázquez, que también marcó sus pasos como cofrade.

¿Desde cuándo eres cofrade?
Curiosamente me hice cofrade el año en el que dejé de vivir en Salamanca para ir a estudiar a Madrid la carrera de Periodismo. Durante mi etapa de Confirmación tuvimos unas sesiones en las que se presentaban distintos proyectos de vida cristiana, y entre ellos, las cofradías. Venía gente a dar testimonio sobre ello. Y me decidí, y la primera Semana Santa después de mi confirmación salgo como cofrade, en 2005. De todas formas, siempre he vivido la Semana Santa muy de cerca, aunque no era cofrade, pero la religiosidad popular en casa siempre se ha vivido, no solo bajando a ver procesiones, mi madre salía alumbrando en varias, y me ha dado cierta cercanía. En mi adolescencia di ese paso a hacerme cofrade, del Cristo de la Agonía Redentora, y que lo contaré en el pregón.

¿Es cierto que cada pregonero tiene su cofradía pero al final tiene su corazón en todas?
Yo soy cofrade de la Real Cofradía del Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía Redentora, y estoy muy contento y orgulloso, y me gusta la mía como al que más, y tengo buenos amigos, comparto con ellos devoción… Pero soy cofrade de la Semana Santa de Salamanca, y lo tengo en cuenta, y siento cercanas todas las cofradías, y luego uno tiene sus irracionalidades que haces que te sientas más cercano a unas que a otras. El Cristo son muchos, pero es uno, y es una riqueza de la religiosidad popular.

¿Qué significa para un cofrade pregonar la Semana Santa de Salamanca?
No hay mayor honor. Cuando me lo propusieron no pensaba que llegaría tan pronto. Jamás pensé que me lo propusieran, fue una alegría enorme, un orgullo y una responsabilidad. Soy cofrade, un gran defensor de la religiosidad popular y un entusiasta de la Semana Santa. Nunca he tenido una ocasión como ésta. A mi me eligen por ser cofrade, de apellido soy periodista, y condicionará mi pregón, hay que ser uno mismo. Es el mayor honor que a un cofrade se le pida esta tarea. Es una responsabilidad porque lo primero que tiene que hacer un pregonero es anunciar la llegada de una cosa muy importante para los cristianos en general y para los cofrades en particular, pero para todos los salmantinos también. La Semana Santa es una de las celebraciones de mayor relevancia que se celebran en Salamanca anualmente, y tengo la oportunidad de anunciarla.

Ahora que el pregón ya está en la imprenta, ¿cómo se siente?
Ahora estoy en un momento valle, y justo en el Día de San José lo terminé. Ahora llega la calma, el pregón ya está, el que tanto tiempo he pensado, ya está en papel, negro sobre blanco.

Abraham Coco, junto a la Puerta de Ramos. Foto: Óscar García

Quizás la parte de redacción del pregón es la más desconocida, ¿Cómo se vive ese proceso?
Hay varias partes, en el fondo y en la forma. Estamos hablando de un texto hecho para 45-50 minutos, para que la gente lo escuche, y la atención es importante, hay que llegar a la gente, que lo entiende y que no desconecte. O que, si lo hace te de la oportunidad de volver, darle una estructura. Luego está el fondo, ¿qué quiero decir? ¿Cómo? El qué es lo primero que tienes claro, sobre lo que piensas, y yo quiero que en el pregón se vea mi mirada como cofrade, la Semana Santa a través de este pregonero, me eligieron por algo y se tiene que notar. La forma es importante, yo soy periodista y quiero que se vea, ya que es el mundo en el que me manejo. El proceso es más duro de lo que yo creía, sobre todo cuando no encuentras las palabras y quieres trasladar lo que tienes en la cabeza. El pregón hay que humanizarlo, yo soy cofrade. Y pregones ha habido muchos y muy buenos, pero esto es el mío, la clave es buscar en uno mismo, y es con lo que estoy satisfecho, que leo el pregón y me siento reconocido, no está impostado, es el que me ha salido.

El hecho de ser pregonero, ¿le ha unido más a su Semana Santa?
Ya la quería, pero es un vínculo que va a quedar ahí, tener el honor de haber sido pregonero de la Semana Santa de tu ciudad, de uno de los ámbitos en el que tengo un gran compromiso. Algo que me ha reconfortado mucho, miedo no es. Los días antes de que se hiciera público el nombramiento no sabía cómo iba a responder la gente, pero el cariño fue increíble. Lo que he sentido ha sido el cariño de las cofradías de la ciudad, donde hay gente muy diversa, que en su día a día tiene diferentes intereses, edades o ideologías, son diferentes, pero sin embargo se unen entorno a esto y se unen desde hace más de 500 años, con una presencia constante.

¿Cómo defines la Semana Santa de tu ciudad, sobre todo para alguien que no la conozca?
Hay dos palabras, que son las manidas, de Pasión y piedra, pero mi pregón no va por esa línea, va a ser más de carne y hueso que de Pasión y piedra, porque a la Pasión y piedra la han contado mucho y mejor que yo, otros lo supieron hacer. Evidentemente tenemos un marco para nuestras procesiones que no lo tienen muchas ciudades de España, no es un localismo, objetivamente hay momentos de la Semana Santa de Salamanca que son irrepetibles. A lo mejor hay otras ciudades con procesiones más numerosas, o con otras tallas, pero el marco que tiene Salamanca es único. Se posibilitan momentos que nadie tiene, como la promesa de silencio de la Hermandad Universitaria, nadie la puede tener, se dan características que nadie tiene.

¿Qué momentos o lugares cofrades le han marcado a lo largo de su vida?
Tengo varios. Por citar de mi hermandad, un detalle que no me di cuenta en el momento ocurrió en 2017 en el acto de Las Isabeles, donde al despedir al Cristo siempre cantan ‘Perdona a tu pueblo Señor’, salvo ese año que cantaron ‘Victoria, tu Reinarás’, y yo que iba en la fila me llamó la atención. Pero más tarde vi el simbolismo, porque ellas ya sabían que era el último año que iba por allí el Cristo, y visto después, fue la despedida de Las Isabeles. Otro momento que quizás sea el primer recuerdo que tengo con mucha claridad fue con 5 o 6 años, que recuerdo quererme ir a casa, un Viernes Santo por la noche y estar con mi padre, y de repente ver aparecer el palio de la Soledad, con el que me quedé impactado.
O momentos vinculados a la Congregación de Jesús Rescatado, a la Vera Cruz, a la que tengo especial cariño, porque todos somos de la Vera Cruz, y me gusta mucho volver con Amor y Paz, porque la ciudad se vuelve loca en acompañarla en la salida, pero se olvida que Amor y Paz vuelve. Además, mi padre tenía una devoción especial, y en el momento en el que falleció había en él cierta unión con Nuestro Padre Jesús de la Pasión, de hecho, yo recuerdo que en el traje con el que fue enterrado llevó una estampa de Jesús de la Pasión que yo le coloqué. La primera Semana Santa después de fallecer, en la de 2002, fue especialmente emotivo ver subir al Pasión por Palominos. En el pregón yo no voy a contar batallitas, pero si lo salpico con cuestiones personales, es algo que enriquece cuando el pregonero es un cofrade.

¿Qué le ha aportado en su vida el hecho de ser cofrade?
Es la manera que tengo de canalizar mi fe, porque hoy en día es difícil por la propia inercia de la sociedad mantener vínculos con algunas cosas, de hecho, vemos los tiempos de secularización que vivimos, el día a día es complicado. Las cofradías son la manera que tengo de ser cristiano y mi lengua materna como cristiano. Ser cofrade me ha aportado tener muchísimos amigos y muy buenos. No soy un académico, pero me gusta estudiar, conocer y divulgar la Semana Santa y para mí en el campo periodístico es un terreno en el que me ofrece muchísimas posibilidades, de experimentar y de hacer cosas, conocer testimonios y acercarme a realidades que de otra forma no hubiese sido posible. Desde pequeño me enseñaron a creer en un Dios que es amor, es en el que creo, aprendí en casa, en el colegio y en la parroquia. A veces la gente se aleja por malas experiencias, pero a mi no me enseñaron a creer en un Dios castigador, sino que siempre aprendí a creer en un Dios de amor y misericordia. Es una manera de tener un ideario, de comportarte y de tener esperanza siempre, en un mensaje de salvación, de reencuentro no solo definitivo, sino tener esa oportunidad de volver, de reencontrarse, de tener una esperanza, de tener le ejemplo de ese Jesús del Evangelio que nos enseña a amar a nuestros hermanos.

¿Qué le diría a los salmantinos para que se acerquen el próximo 9 de abril a su pregón?
Yo les diría a los cofrades que en el teatro Liceo, el 9 de abril, tiene lugar un acto en el que cada año le encargan a una persona que anuncie que llega eso que estamos esperando, pero, ¿cómo no vamos a ir?, y tengo un deseo, me encantaría que hubiese un teatro lleno de cofrades. El pregón está abierto a todos, el teatro es enorme, tiene más de 600 localidades, y que sientan el pregón como un acto para ellos, lleno de cofrades, no hay ninguna excusa para ir al pregón de la Semana Santa de Salamanca. Mi deseo es un pregón lleno de cofrades, porque a ellos son a los que voy a pregonar. Si me gustaría que la gente saliera del pregón sintiendo que le han pregonado, anunciado que están a punto de venir los días centrales del cristiano y del cofrade, los que tanto ha esperado.

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