El Obispo de Salamanca, Mons. Carlos López, inauguró el pasado 15 de octubre, solemnidad de Santa Teresa de Jesús, el esperado Año Jubilar Teresiano concedido por el Santo Padre al templo en el que se encuentra el sepulcro de la Santa en Alba de Tormes. La apertura de la Puerta Santa de la iglesia de las Carmelitas y la celebración de una solemne Eucaristía marcaron el inicio de este año Santo que se va a prolongar hasta el 15 de octubre de 2018.
La concesión de esta gracia jubilar se ha realizado de “modo especialísimo”, habida cuenta de la cercanía de los dos últimos Años Jubilares: El Año Jubilar Teresiano concedido a todas las diócesis de España desde el día 15 de octubre de 2014 al 15 de octubre de 2015, con motivo del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Y el Jubileo de la Misericordia, celebrado en la Iglesia universal desde el 8 de diciembre de 2015 hasta 20 de noviembre de 2016.
El Decreto de Penitenciaría Apostólica que anunciaba este Año Jubilar Teresiano en la iglesia de las Carmelitas de Alba de Tormes señala que para alcanzar la Indulgencia Plenaria es necesario que “los fieles cristianos que hagan verdadera penitencia y sean movidos por la caridad” deben cumplir las condiciones acostumbradas para todos los jubileos: Confesión sacramental, Comunión Eucarística y Oración por las Intenciones del Papa; visitando “en peregrinación la iglesia de las Hermanas Carmelitas Descalzas del Monasterio de Nuestra Señora de la Anunciación, de Alba de Tormes, y allí participaran con devoción en los ritos jubilares; o al menos permanezcan ante las reliquias de Santa Teresa de Jesús por un tiempo razonable en piadosa meditación, concluyendo con la Oración del Padrenuestro, el Credo, y con invocaciones a la Santísima Virgen María y a Santa Teresa.
Las personas ancianas, los enfermos y todos los que por causa grave no puedan salir de casa, podrán conseguir igualmente la Indulgencia Plenaria, con arrepentimiento de todo pecado y con la intención de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones acostumbradas, si se unen espiritualmente a las celebraciones jubilares y ofrecen a Dios misericordioso sus oraciones y dolores o las dificultades de su propia vida.